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© ESA
La magnetosfera de la Tierra nos protege del viento solar.
El campo
magnético de la Tierra es nuestra primera línea de defensa. Esta burbuja
magnética nos proteje del viento solar, una corriente de plasma lanzada por el
Sol que tiene su propio campo magnético y que, bajo ciertas circunstancias y si
nos da de lleno, puede provocar espectaculares auroras e incluso interrumpir
las comunicaciones de GPS o afectar a las redes terrestres de energía. La vida
en el planeta depende de este gigantesco escudo para sobrevivir, pero resulta
que no es tan sólido como creíamos.
Los satélites Cluster de la Agencia Espacial
Europea (ESA) han descubierto algunos coladeros en la magnetosfera que permiten
pasar el viento solar en un rango más amplio de lo que se creía. Uno de
estos agujeros está provocado por un proceso conocido como la reconexión
magnética, por el que las líneas de campo magnético que apuntan en direcciones
opuestas rompen espontáneamente y vuelven a conectar con otras líneas de campo
cercanas. Esto redirige su carga de plasma en la magnetosfera, abriendo la
puerta al viento solar y permitiendo que llegue a la Tierra.
En 2006, los satélites de la ESA hicieron un descubrimiento sorprendente: enormes remolinos de plasma de 40.000 kilómetros de largo en el límite de la magnetosfera -la magnetopausa- podían permitir que entre el viento solar. Estos remolinos se encontraban en latitudes bajas y ecuatoriales, donde los campos magnéticos estaban más estrechamente alineados.
En 2006, los satélites de la ESA hicieron un descubrimiento sorprendente: enormes remolinos de plasma de 40.000 kilómetros de largo en el límite de la magnetosfera -la magnetopausa- podían permitir que entre el viento solar. Estos remolinos se encontraban en latitudes bajas y ecuatoriales, donde los campos magnéticos estaban más estrechamente alineados.
Estos vórtices gigantes son impulsados por un proceso conocido como el efecto Kelvin-Helmholtz (KH), que puede ocurrir en cualquier lugar en la naturaleza cuando dos flujos adyacentes se deslizan entre sí a velocidades diferentes. Los ejemplos incluyen olas azotadas por el viento deslizándose por la superficie del océano, o nubes atmosféricas con una curiosa forma rizada.
Un tamiz
Ahora, los
análisis de los datos de Cluster han encontrado que estas ondas de KH también
pueden ocurrir en un rango más amplio de lugares en la magnetopausa,
proporcionando un mecanismo para el transporte continuo del viento solar en la
magnetosfera de la Tierra.
«De hecho, es muy difícil imaginar una situación en la que el plasma del viento solar no pueda entrar en la magnetosfera, ya que no es una burbuja magnética perfecta», dice Kyoung-Joo Hwang, del centro Goddard para Vuelos Espaciales de la NASA y autor principal del artículo publicado en el Journal of Geophysical Research.
«El viento solar puede entrar en la magnetosfera en diferentes lugares y bajo diferentes condiciones del campo magnético que no se habían conocido antes», dice el coautor Melvyn Goldstein, también del Centro Goddard. «Esto sugiere que hay una especie de tamiz que permite que el viento solar fluya continuamente dentro de la magnetosfera».
El efecto KH
también se observa en las magnetosferas de Mercurio y Saturno.
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