miércoles, 12 de junio de 2013

"Lo que conocemos como nuestra personalidad es un conjunto inestable de reacciones producidas por el choque entre la demanda del entorno contra el sólido Muro de la matriz."


¿Y qué hace un Muro allí, en medio del desierto?

Hemos sido condicionados desde un inicio por la época, el entorno, la familia y los conocimientos. Fuimos construyéndolos con aquellos materiales que nos han sido entregados u omitidos. Por lo que podríamos decir, sin equivocarnos, que somos lo que han hecho de nosotros.

Aprendimos desde muy temprana edad a valorar lo que nos han enseñado a valorar y a despreciar lo que nos han enseñado a despreciar. 

Desconocemos el juicio propio pero no por la ausencia de valores, sino por ignorar qué es lo propio.

Y cuando comenzamos a intentar “modificarnos” nos sorprende el hallazgo de un Muro que nos recuerda que ya Somos.

Y si se nos ocurre emprender esa contradictoria misión nadie nos dirá que es en vano.

¿Por qué creen que nadie nos advertirá que es imposible desmantelar nuestra estructura psicológica?

Porque desconocen que incluido en ese “pack” del condicionamiento existe la programación de la posibilidad del “cambio” como una variable más dentro de la misma falsa personalidad.

Podemos optar o no por iniciar dicho cambio. Sin embargo, la matriz inicial será inmune a las de modificaciones que se le pretenda ejercer desde este lugar de la voluntad.

Y a pesar de que nuestra intención para generar variaciones nos dé la sensación de haber logrado cambios, lo cierto es que por ser procesos ilusorios al cavo de un tiempo se disuelven dentro de la matriz dejando ver nuevamente la única realidad: 

La solidez del Muro.

Nuestra verdadera personalidad.

A pesar de todos los cambios que percibamos dentro del espectro, de la dicha a la desdicha, seguiremos siendo los mismos. Permaneciendo dentro de la celda matricial de nuestra estructura psicológica primaria. Siempre con la transitoria sensación de haber logrado modificarnos.

Esta celda viene siendo construida desde siempre para nuestro uso. En parte como designo natural de la especie y en los hechos siendo re acondicionada por el inconsciente colectivo de la humanidad.  

Así también cumpliremos en colaborar en la formación de las celdas futuras. Las de nuestra progenie.

La matriz que soporta los programas (formas del ser) siempre es la misma para cada individuo. 

Las variables que se forman como reacción a lo heredado, que es inmodificable (matriz de la personalidad), coexisten entre sí dentro del espacio matricial en forma de diferentes “YOES”.

Surgiendo de manera reactiva al molde que los contiene.

Estas reacciones que de por si no poseen identidad propia, es a lo que desde niños llamamos YO.

Digamos que lo que creemos ser son, en realidad, luces de artificio.

Desde aquí nuestra laboriosa misión por cambiar es una tarea imposible, dado que no podemos, utilizando herramientas ilusorias (yo es), intentar modificar lo que no existe. 

Nuestro legado es la matriz, nuestra herencia ancestral. Nuestro ser verdadero al que no debemos modificar, sino más bien descubrir y abordar. Como un náufrago recala su balsa en una inhóspita playa virgen.

Antes de “Despertar” somos la energía que reacciona contra la matriz, sin dirección definida. Generando múltiples formas de ser (yo es). Y vivimos en constantes altibajos conforme sean sus combinaciones.

Estamos escindidos del Muro. 

No podemos percibirlo.

Podemos llegar a intuir, si alguno de nuestros yoes cobra cierta calidad energética (que varios formen uno), la existencia de "algo" sólido, permanente, que nos limita y re-direcciona.

Los yoes modifican sus rutas exigidos por una frontera invisible que los obliga a variar de rumbo.

No podemos percibir al Muro dado que nuestro instrumento de percepción (conciencia) es irreal y está capacitado sólo para captar lo ilusorio, insustancial e impermanente.

No logramos “ver” la solidez dado que hemos sido programados para alojar nuestro YO sobre estados discontinuos, transitorios y reactivos, e identificamos como nuestra personalidad genuina a dichos estados.

Dicha personalidad no está capacitada para captar el Muro. Y es sólo la manera individual que poseemos de reaccionar al molde. 

Esas reacciones son las que nos dan una ficticia sensación de ser.

Es por lo que ninguna persona puede morir antes de haber “Despertado”. 

Lo que ocurre es que determinadas reacciones cesan de producirse de forma definitiva (las propias del ser ficticio). Este "ser" nunca fue real como para poder morir. Deberá primero nacer de verdad, y para ello necesitará encontrar el camino que deposite su YO sobre el Muro.

Los yo es son diferentes formas de ser que en determinada época, ya entrada la madures, florecen y fructifican. Al igual que un árbol que se expande en reacción al determinismo de la matriz real (raíz).  

Y es el aroma inconfundible de sus frutos, lo que nos da la sensación de haber cambiado.

¡Nada más falso! 

Sólo será un efecto que se consume a sí mismo. Perdiendo su energía hasta agotarse dentro del espacio matricial que actúa como un contenedor inmodificable.

Lo que conocemos como nuestra personalidad es un conjunto inestable de reacciones producidas por el choque entre la demanda del entorno contra el sólido Muro de la matriz.

Cuando logramos "encajar" esas reacciones en el “molde” (temporalmente, porque las reacciones varían en fuerza y tamaño), las energías reactivas se estabilizan, dándonos una percepción general (sinestesia) que llamamos “felicidad” o “estado de plenitud”.

Digamos que felicidad es ocupar el "molde" de forma exacta. No debe sobrar ni faltar energía (homeostasis).
Cuando la energía no logra la adaptación por exceder en fuerza al espacio dado en la matriz, las “chispas” de las reacciones sobre el molde producen cortocircuitos intermitentes, a los que llamamos infelicidad o estado de insatisfacción emotiva. Sentimos que nos falta espacio (claustrofobia).

Pero como todo lo que ocurre dentro de la matriz es  inestable, por ser reactivo y por lo tanto ilusorio, tenemos también el estado opuesto.

La ausencia de fuerza suficiente para provocar la reacción al molde no genera energía. La matriz no logra completarse. El resultado es la apatía, el aburrimiento.

Profundas sensaciones de vacío. 

Sentimos que nos sobra espacio (agorafobia).

Ambos modelos emocionales suelen alternarse, como si fuera un subibaja psico-anímico.

Lo único real es la matriz que heredamos de la vida en su conjunto. A decir verdad somos es el Muro. 

Nuestro Yo real.

¿Y qué es lo que hace un Muro allí, en medio de un vasto e interminable desierto?

Solamente si el Muro girara sobre sí, en forma de círculo, podría entonces distinguirse un desierto de otro. Interno por dentro. Externo por fuera.

El Muro ha venido a crear regiones.

Millones y millones de Muros circulares simulan ser gotas en dónde sólo existe un infinito océano.

No importa qué clase de muro seamos, dado que no tenemos la posibilidad de elegirlo ni de cambiarlo. 

El muro nos fue otorgado.

Lo que importa es lo que no se ve. Aquello a lo que el muro circular va a proteger dentro de su dominio.

Podemos elegir sólo lo que debemos custodiar. Aquel contenido que guardaremos por un tiempo. 

Nunca podremos elegir con que custodiarlo dado que la herramienta es el Muro mismo.

Y es ahí en donde encuentra la magia. El verdadero cambio. Dado que aquello que elegimos atesorar impregnará cada ladrillo de nuestro YO REAL. Transformando a nuestro Muro heredado en la esencia misma de lo que hemos decidido guardar.

Quien atesore el bien, será el bien. Y quien atesore el mal, será el mal. 

Allí en donde se encuentra tu corazón estará tu tesoro.

La Ciudad de Dios no es una fortaleza amurallada en la que se impide el ingreso al mal. 

Sino la correcta elección del que con su YO REAL acude a cobijar el bien en las condiciones que sea.

La Ciudad de Dios no es un lugar físico en donde permanecer. 

Es una actitud Espiritual. 

Consiste en hacer visible al Muro mediante la adquisición de una  conciencia "nueva". 

Aquella que logre desalojar al yo ilusorio del contenido de la matriz para transportarlo al continente. 

En el que crecerá firme como un yo no reactivo, alerta y real.

El YO ÚNICO.
                                                       AXSER 



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