El individuo ignora, no sabe cómo
debe superar los obstáculos del medio porque hay ausencia de patrones de
evaluación inteligentes y emocionales de carácter evolutivo.
LA EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU HUMANO
SIGUE LA DINÁMICA DE CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES QUE CARACTERIZA A LA EVOLUCIÓN
UNIVERSAL.
El ser vivo avanza desde la
ignorancia hacia la sabiduría y el amor. Y en ese largo camino evolutivo, las
sensaciones, la observación, la comparación, el juicio crítico, las emociones,
los sentimientos, los ensayos acertados o desacertados y el desarrollo de las
tendencias conductuales, permitirán la maduración fructífera de las pautas y
criterios con que ha de enfrentar nuevos conocimientos y sentimientos.
Durante este proceso de asimilación
de experiencias, el individuo incurre en tendencias equivocadas que se apoyan
fundamentalmente en el orgullo y el egoísmo como facetas erróneas aún muy
presentes en su naturaleza espiritual. Como consecuencia se generan conductas
que acarrean dolor, desengaños, frustraciones, pero también maduración
existencial.
Los primeros pasos del ser vivo
transcurren entonces en la ignorancia, la ausencia de conocimientos y
experiencias que le permitan el aprendizaje por el error o por el acierto.
El ser no sabe ser y hacer.
El individuo ignora, no sabe cómo
debe superar los obstáculos del medio porque hay ausencia de patrones de
evaluación inteligentes y emocionales de carácter evolutivo. Aún no ha
desarrollado o conformado su Sistema de Evaluación Conductual o Responsabilidad
Conciencia que se deriva y se forma a partir de las experiencias de vida, es
decir, de la comparación entre las conductas ensayadas, realizadas o
programadas y sus consecuencias o efectos.
Por lo tanto no hay aún
conciencia del error, ni responsabilidad consiente.
Son las experiencias de la vida
en la materia las que desarrollan y conforman la conciencia del espíritu y su
personalidad. Se evidencia una vez más la necesidad del espíritu de encarnar,
de nacer, para poder hacer experiencias, aprendizajes y así evolucionar. La
responsabilidad de la conciencia es una adquisición que logra aquilatar el
espíritu a lo largo de múltiples y diferentes existencias.
Es una conquista evolutiva que se
desarrolla a lo largo de la evolución biológica y gracias a ella, y que
posibilita la conformación del sistema de evaluación conductual, que permite
evidenciar y desarrollar los valores éticos.
Esta responsabilidad ética, es un
producto de la maduración del espíritu humano, sobre la base de experiencias de
vida. Y mientras el espíritu permanece en la ignorancia de la finalidad
trascendente de la existencia, va mediante el proceso de la reencarnación
realizando aprendizajes, siendo protegido y conducido por las leyes divinas,
aunque las ignore o se rebele a ellas. Estas leyes lo irán llevando, guiando a
su despertar espiritual, hasta que él mismo se reconozca espíritu inmortal.
Comienza entonces a transitar el
camino de la evolución consciente donde va comprendiendo la trascendencia de
sus actos, pensamientos y sentimientos. Se hace cargo de los mismos, los
reconoce como propios y busca deliberadamente el desarrollo de los
sentimientos, el conocimiento y el saber que lo habiliten para su libertad.
Libertad para amar, para ser generoso, solidario, altruista, respetuoso del
semejante.
La certeza de la inmortalidad es
una conquista trascendente para el progreso del espíritu. Conquista a la que se
accede por propio esfuerzo. Significa comprender fehacientemente que nada de lo
que sucede en la vida es en vano, que se es responsable de los propios
sentimientos, pensamientos y acciones, es decir, de la propia vida. Implica
reconocer que los logros y el progreso constituyen el fruto del trabajo
personal.
En el ser debería anidar la
íntima seguridad de que su conducta no depende de preceptos externos, miedos,
dogmas o convencionalismos, sino de convicciones interiores, de razonamientos y
sentimientos inmanentes.
Por eso los hombres deberíamos
procurar que nuestros actos, pensamientos y sentimientos sean honestos y
coherentes con los grandes objetivos de bien que comprendemos y de esta manera
robustecer nuestra conciencia, siendo capaces de hacer las cosas bien aunque
nadie nos esté mirando.
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