El mindfulness puede entenderse
como atención y conciencia plena, como presencia atenta y reflexiva a lo que
sucede en el momento actual. Pretende que la persona se centre en el momento
presente de un modo activo, procurando no interferir ni valorar lo que se
siente o se percibe en cada momento. Como procedimiento terapéutico busca, ante
todo, que los aspectos emocionales y cualesquiera otros procesos de carácter no
verbal, sean aceptados y vividos en su propia condición, sin ser evitados o
intentar controlarlos.
El control sobre sucesos incontrolables, sujetos a
procesamiento automático, requiere de la mera experimentación y exposición
natural con la menor interferencia posible.
Aunque el
mindfulness ha adquirido una cierta notoriedad, sobre todo en USA, de mano de
los valores orientales, refiere a algunos aspectos ya conocidos en psicología:
la exposición y la autor-regulación basadas en las técnicas de bio feedback o en
el uso de la hipnosis, donde hay un dejar que los fenómenos perceptivos y
sensoriales se muestren como ellos son. Su principal utilidad, más allá de las
técnicas concretas que ofrezca, tal vez sea el contrastar con una psicología
que propugna el control, el bienestar, la eliminación del estrés, la ansiedad,
etc., mediante procedimientos que, a falta de esa experimentación natural,
pueden contribuir a perpetuarlos.
Mindfulness es un término que no
tiene una palabra correspondiente en castellano. Puede entenderse como atención
y conciencia plena, presencia atenta y reflexiva. Los términos atención,
conciencia y referencia al momento concreto están incluidos de lleno en su
significado. Viene a plantear, por tanto, un empeño en centrarse en el momento
presente de forma activa y reflexiva.
Una opción por vivir lo que
acontece en el momento actual, el aquí y el ahora, frente al vivir en la
irrealidad, el soñar despierto.
Las connotaciones psicológicas
del término son evidentes, aunque trasciende de lo meramente psicológico e
impregna en un sentido más amplio un sentido de vida, una filosofía de la vida
y una praxis, un modo de conducirse en situaciones y momentos concretos. El
mindfulness no puede ser entendido de forma genérica sino que siempre es referido
a un momento temporal concreto (presente).
Para terminar por acotar, si quiera de forma preliminar, el concepto hay que añadir que esa atención, conciencia y reflexión es de carácter no valorativo. Es una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da. Es una observación abierta e ingenua, ausente de crítica y valencia. Se diría que es una forma de estar en el mundo sin prejuicios: abierto a la experiencia sensorial, atento a ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa dicha experiencia.
Para terminar por acotar, si quiera de forma preliminar, el concepto hay que añadir que esa atención, conciencia y reflexión es de carácter no valorativo. Es una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da. Es una observación abierta e ingenua, ausente de crítica y valencia. Se diría que es una forma de estar en el mundo sin prejuicios: abierto a la experiencia sensorial, atento a ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa dicha experiencia.
El fenómeno así descrito es de
evidente interés en psicología. Plantea en términos positivos cómo orientar la
atención y la actividad, adecuándose de forma abierta a cada situación y señala
de forma implícita los problemas que pueden derivarse de no centrarse en el
momento presente en las condiciones señaladas. Así, para Linehan (1993) el
entrenamiento en mindfulness supone instruir al paciente para que observe su
cuerpo y lo describa, sin valoración y centrándose en el momento
presente.
El mindfulness es considerado
desde diversas perspectivas como un fin en sí mismo, como una filosofía de vida
o modo de conducirse en ella. En esta óptica se considera el mindfulness como
un tipo de meditación inserta en la cultura oriental y en el budismo en
particular (Gremer, 2005), el ideal Zen de vivir el momento presente. Desde un
punto de vista psicológico también se ha venido a considerar como un constructor
de personalidad. Se pretende medir cuánto mindfullness "tiene" una
persona y cómo puede afectar esto a diversas dimensiones psicológicas, así como
procesos concretos.
Finalmente se considera también como una técnica y como un componente de las terapias desarrolladas en el marco del conductismo radical y contextual: terapia de aceptación y compromiso (ACT), terapia de conducta dialéctica o psicoterapia analítica funcional.
Finalmente se considera también como una técnica y como un componente de las terapias desarrolladas en el marco del conductismo radical y contextual: terapia de aceptación y compromiso (ACT), terapia de conducta dialéctica o psicoterapia analítica funcional.
Aspectos Novedosos de la
Técnica
El mindfulness puede entenderse,
como se ha señalado más arriba, como una forma de implicarse en las distintas
actividades habituales, sean estas problemáticas o no. Se puede considerar, por
tanto, como una habilidad que permite no sólo un punto de vista distinto sino
que implica también conductas concretas.
Siendo precisos no se puede decir
estrictamente que su planteamiento sea novedoso. Veamos, no obstante, sus
elementos esenciales y su grado de innovación.
Centrarse en el momento presente.
- Esta es una característica que ha sido definitoria del análisis funcional de
la conducta y en consecuencia de la terapia de conducta. Sin embargo, el
centrarse en el momento presente tiene en el mindfulness un sentido distinto.
Se trata de centrarse y sentir las cosas tal y como suceden, sin buscar su
control. No se centra en un pensamiento para cambiarlo por uno positivo. Se
centra en un pensamiento o actividad, la que se proponga, en sí misma, sin
ánimo de control sobre ella. ¿Qué utilidad puede tener esto? La de aceptar las
experiencias y sensaciones tal y como se dan. Podría decirse que, de modo similar
a como operan las técnicas de exposición, se le pide a la persona que
permanezca en una determinada situación sintiendo lo que allí suceda. Esta
actitud permite que lo que ha de suceder o sentir acontezca de un modo
completo. El vivir lo que está sucediendo en el momento supone dejar que cada
experiencia sea vivida en su momento. Se trata de no perder la experiencia
presente en su sustitución por lo que tendría que suceder o lo que sucedió y se
vivió.
Apertura a la experiencia y los
hechos.- El centrarse en lo que sucede y se siente en el momento presente
permite poner por delante los aspectos emocionales y estimulares frente a la
interpretación de ellos. La fuerza del lenguaje, del pensamiento, para tamizar
y vestir lo que se ve y lo que se siente, es evidente. Esta influencia es tal
que frecuentemente lo verbal sustituye a lo real, homogenizando, uniformando y
conformando la experiencia abierta a marcos predefinidos y estereotipados. Esto
supone, ante todo, una falsificación de la experiencia y la pérdida de la
riqueza que supone la variabilidad de los fenómenos perceptivos y emocionales.
La persona que contempla un cuadro sólo es capaz de percibir (sentir) en la
medida en que es capaz de mantenerse abierto a las cosas que le sugiere dicho
cuadro. Esta observación debe guiarse, en lo principal, por ella misma. Dejando
que unas sensaciones lleven a otras de modo natural.
Las interferencias
verbales (prejuicios), o el "estar en otro sitio", solo contribuyen a
adulterar la experiencia.
Aceptación radical. - El elemento esencial del mindfulness consiste en la aceptación radical, no valorativa, de la experiencia. Se trata de centrarse en el momento actual sin hacer ningún tipo de valoración y aceptando la experiencia como tal. Esto tiene un elemento de originalidad frente al proceder habitual en psicología. Lo positivo y negativo, lo perfecto e imperfecto en su diversos grados son aceptados como experiencias naturales, normales. Obviamente resulta más grato experimentar algo positivo pero se acepta como igualmente natural la vivencia de lo desagradable.
Aceptación radical. - El elemento esencial del mindfulness consiste en la aceptación radical, no valorativa, de la experiencia. Se trata de centrarse en el momento actual sin hacer ningún tipo de valoración y aceptando la experiencia como tal. Esto tiene un elemento de originalidad frente al proceder habitual en psicología. Lo positivo y negativo, lo perfecto e imperfecto en su diversos grados son aceptados como experiencias naturales, normales. Obviamente resulta más grato experimentar algo positivo pero se acepta como igualmente natural la vivencia de lo desagradable.
Se trata, como se ha comentado
anteriormente, de aceptar las experiencias, y las reacciones a ellas, como
naturales, normales. El esfuerzo por no valorarlas y aceptarlas permite no
rechazarlas: el malestar, el enfado, la contrariedad no es algo de lo que se
haya de huir, sino que forman parte una experiencia humana que es preciso
vivir. Esto contradice en gran medida ciertos tipos de mensajes que se
transmiten social mente, e incluso desde el ejercicio profesional de la
psicología: el malestar es negativo, debe reducirse la ansiedad, controlar el
estrés, reducir los pensamientos negativos, etc.
Elección de las experiencias.-
Puede pensarse que el mindfulness consiste en vivir con atención plena,
reflexiva, no valorativa y aceptando lo que acontece de forma un tanto
determinista. Esto no es así. Las personas elijen de forma activa en qué
implicarse, sobre qué actuar, mirar o centrarse. Los objetivos, proyectos y
valores de cada cual determinan sobre qué atender o prestar su tiempo e
interés. En suma, el que una situación sea vivida y caracterizada como
mindfulness no quiere decir que no sea elegida. Sí quiere decir que una vez que
una situación es elegida debe vivirse y experimentarse tal y como es, de forma
activa, aceptando todo lo que se dé.
Control.-La aceptación supone una
renuncia al control directo. No se busca que la persona controle sus
reacciones, sentimientos o emociones sino que los experimente tal y como se
producen. Esto no supone, naturalmente, que los elementos de regulación
emocional, fisiológico y comporta mental no se produzcan pero sí que no buscan
de forma directa. No se trata de reducir (controlar) el malestar, el miedo, la
ira o la tristeza, sino de experimentarlos como tal; en todo caso el efecto que
pudiera producirse sobre esas emociones será de naturaleza indirecta. Este
aspecto contrata notablemente con los procedimientos psicológicos al uso y que
buscan la reducción de la activación, el control de la ansiedad, la eliminación
de los pensamientos negativos, etc.
Para recapitular se recogerán algunos de los elementos clave del mindfulness, según Germer (2004), estos son: (1) no conceptual, esto es prestar atención y conciencia sin centrarse en los procesos de pensamiento implicados; (2) centrado en el presente: el mindfulness siempre se da en y sobre el momento presente; (3) no valorativo, no puede experimentarse plenamente algo que se desea que sea otro; (4) intencional, siempre hay una intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo se ha alejado; (5) observación participativa, no es una observación distanciada o ajena, debe implicar lo más profundamente la mente y el cuerpo; (6) no verbal, la experiencia mindfulness no tiene un referente verbal sino emocional y sensorial; (7) exploratorio, abierto a la experimentación sensorial y perceptiva; y (8) liberador, cada momento de experiencia vivida plenamente es una experiencia de libertad.
Para recapitular se recogerán algunos de los elementos clave del mindfulness, según Germer (2004), estos son: (1) no conceptual, esto es prestar atención y conciencia sin centrarse en los procesos de pensamiento implicados; (2) centrado en el presente: el mindfulness siempre se da en y sobre el momento presente; (3) no valorativo, no puede experimentarse plenamente algo que se desea que sea otro; (4) intencional, siempre hay una intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo se ha alejado; (5) observación participativa, no es una observación distanciada o ajena, debe implicar lo más profundamente la mente y el cuerpo; (6) no verbal, la experiencia mindfulness no tiene un referente verbal sino emocional y sensorial; (7) exploratorio, abierto a la experimentación sensorial y perceptiva; y (8) liberador, cada momento de experiencia vivida plenamente es una experiencia de libertad.
Las Técnicas Concretas
Una vez definidas la
singularidades y ventajas del mindfulness, ¿cómo buscarlo o aplicarlo en
términos prácticos?, ¿resulta positivo que una persona se conduzca todo el día
como mindfulness? No hay datos empíricos hoy día que permita responde de forma
clara a estas preguntas. Más adelante se podrá valorar más concretamente en qué
casos es más apropiado insistir en su recomendación. Mientras tanto ¿cómo se
consigue el mindfulness? En general se ha aplicado un tipo de entrenamiento que
permite a las personas practicar en esas habilidades mindfulness. El procedimiento
más utilizado incluye elementos cognitivos (meditación) junto con determinados
tipos de relajación, o ejercicios centrados en sensaciones corporales.
Recuerda, en gran medida, al entrenamiento en relajación progresiva, aunque
también al entrenamiento autógeno (procedimiento de auto-hipnosis) y a la
hipnosis en sí.
Jon Kabat-Zinn (1994) ha
desarrollado y puesto en marcha un programa en el que se entrena a las personas
en la adquisición de las habilidades relativas al mindfulness. Se entiende que,
al igual que con la relajación, el entrenamiento y práctica en ellas permite la
adquisición de unas habilidades que pueden generalizarse y tiene, posiblemente,
sus efectos positivos en el funcionamiento ordinario de la persona.
A modo de ejemplo, y en el caso
de la relajación, podría señalarse que cualquiera de los procedimientos
utilizados podría ser adecuado, desde la perspectiva del mindfulness, siempre
que se modificaran los elementos necesarios. A saber: que la persona no
controla, sino observa, su respuestas fisiológicas; que la persona acepta
cualquier cambio, sensación o movimiento, por ejemplo, que se produzca; que hay
una implicación activa en la tarea planteada buscando conocer y sentir todo lo
que acontezca en ella; que dicho interés activo no supone lucha o control sobre
otras actividades competitivas (por ejemplo, si atendiendo a las sensaciones
corporales el pensamiento se va a otros asuntos alejados de la tarea, una vez
que la persona se da cuenta de la digresión, no se enoja o contraría, sino que
acepta dicha digresión y simplemente vuelve a atender a las sensaciones y
tareas en que está implicado). En este contexto se puede utilizar el
procedimiento denominado como body scan (Kabat-Zinn, 2002), que consiste en una
mera experimentación en las sensaciones corporales asociadas al repaso activo
del cuerpo. Otro procedimiento frecuentemente usado es la respiración. La
persona se centra en ella y experimenta libremente todas las sensaciones que
sucedan en torno al propio ritmo respiratorio. Insistiendo en todo momento en
que no se pretende ni busca ejercer control alguno sobre la actividad corporal.
Tampoco se busca la relajación
como algo positivo en sí ni como estrategia de afrontamiento, sino como forma
de practicar y experimentar el mindfulness.
Los procedimientos y ejercicios
concretos pueden ser muy diversos. Algunos han sido desarrollados con objetivos
específicos como el programa para la prevención de la depresión de Segal,
Williams y Teasdale (2002). En dicho texto puede consultarse un programa
detallado de ejercicios orientados a la práctica del mindfulness durante la
mayor parte del día como forma de prevenir las recaídas en la depresión.
Utilidad del Minfulness
Las técnicas que buscan que el
paciente tenga experiencias mindfulness persiguen, ante todo, que la persona se
deje llevar por las sensaciones que percibe. Se trata de promover, poner como
punto fundamental de referencia, las sensaciones y emociones, dejando que ellas
actúen de forma natural. Esto posibilita que la persona deje (permita) que
determinadas actividades (emociones, cambios fisiológicos, etc.) que operan de
forma autónoma (SNA) se regulen de acuerdo con sus propios sistemas naturales
de autor-regulación. La falta de información sensorial, activa (uso de técnicas
de control, distracción, etc.) o pasiva (no atendiendo de forma intencional a
dicha información), impide al organismo la información precisa y necesaria para
tengan lugar los modos naturales de aprendizaje. Tomemos como ejemplo la
conducta sexual. Masters y Johnson (1970) insistieron en definir como el rol de
espectador el comportamiento de quien voluntariamente se aleja (pensando en
otra cosa, ocupándose de otros temas, etc.) en una interacción sexual.
Suponiendo que al no atender a
estímulos que pueden provocar una excitación sexual se puede ejercer un control
sobre ella, se obtiene precisamente el efecto contrario: sólo es posible
"controlar" la excitación sexual cuando la persona recibe la
información sensorial que acontece en esa experiencia. No es posible un
aprendizaje sin información ligada a su ejecución. Es más, el aprendizaje será
más eficiente cuanta más información se disponga.
El intento por bloquear el
malestar, las emociones, el estrés, contraviene y altera, de forma física
(fármacos) o psicológica (distracción, reestructuración, etc.) los mecanismos
de feedback naturales del organismo que permiten regular. Este aspecto fue un
elemento característico en el desarrollo de las técnicas de biofeedback y de
los modelos de autor-regulación que se propusieron para su desarrollo (ver
Schwarzt, 1977). Puede señalarse, al igual que en el ejemplo antes comentado de
la actividad sexual, que el único modo en que los servomecanismos (feedback
positivo y negativo) del organismo pueden operar en cuando los canales de
información sensorial reciben y transmiten la información relevante de un modo
eficiente (ver Corrigan, 2004).
Esto no quiere decir que el uso
de los fármacos o técnicas psicológicas como la reestructuración cognitiva,
reducción de la activación fisiológica, distracción, etc., no sean adecuadas.
Son procedimientos útiles y eficaces en determinados problemas y momentos, sin
embargo deben considerarse con cautela. Cuando impiden que la persona
experimente de forma real las sensaciones y emociones ligadas a una determinada
situación pueden dificultar y agravar el problema en lugar de sortearlo. La
racionalización y contextualización de un problema es necesaria pero la
experimentación y aceptación de las sensaciones y emociones que nos procura es
esencial. Esto es bien conocido en un ámbito especialmente relevante de la
intervención psicológica: los trastornos de ansiedad. La exposición a las
situaciones evocadoras de ansiedad y la experimentación de sus efectos es un
elemento esencial en su tratamiento.
Fundamentos Teóricos
El mindfulness parece haber
surgido en torno al interés occidental por la tradición oriental y
concretamente por el budismo Zen. El impulso, desde esta perspectiva, dado por
Jon Kabat-Zinn ha venido en gran medida a insistir en este aspecto. La
meditación como forma de experimentar y conseguir experiencias mindfulness.
Este aspecto no obstante es más de carácter instrumental que básico. La
meditación, o el uso de procedimientos cognitivos o fisiológicos (relajación)
configuran diversas técnicas o procedimientos para conseguir los efectos
perseguidos. Tradicionalmente se ha considerado que para conseguir una
respuesta incompatible con la ansiedad se pueden utilizar diversas técnicas de
relajación, meditación, el entrenamiento asertivo o la experimentación de
situaciones positivas (audición de una música, etc.).
Fijándose más en aspectos básicos
y conceptuales el entronque de mindfulness como procedimiento terapéutico se
encuentra en el desarrollo de las denominadas nuevas terapias conductuales.
Este tipo de terapias surgen al considerar el contexto como elemento principal
en la explicación e intervención. Hayes (2004) y Hayes, Luoma, Bond, Masuda y
Lillis, J. (2006) han venido a denominar como terapias de tercera generación
aquellas que incluyen en sus componentes procesos de mindfulness y aceptación
así como procesos de compromiso y cambio directo de conductas. Es aquí donde el
mindfuness entronca con otros procedimientos terapéuticos como, por ejemplo, la
terapia de conducta dialéctica (Linehan, 1993a y b), la terapia de aceptación y
compromiso (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999; Wilson y Luciano, 2002) o la
terapia cognitiva centrada en su origen en modelos de procesamiento de la
información en relación con la depresión (Segal, Williams y Teasdale,
2002).
La característica esencial de
esta denominada tercera generación de la terapia de conducta (la primera se
caracterizaría por su carácter empírico, experimental y centrado en el cambio
directo de la conducta, y la segunda por la aportación de los modelos
cognitivos), es, entre otras, que adopta una perspectiva más experiencia y opta
por estrategias de cambio de carácter indirecto, más que las más habituales de
carácter directo de la primera y segunda generación. Esto supone la consideración
de un ámbito más amplio del cambio, no ceñido a elementos y aspectos concretos.
La explicación de este cambio de
proceder está en la relevancia conferida al contexto y a las funciones de las
conductas más que a su forma (topografía en el análisis funcional clásico). Si
lo que importa son las funciones de las conductas y no el modo en que se
presentan, habrá de actuarse de forma genérica sobre dichas funciones. Esto
supone un acercamiento más amplio e indirecto, pues para actuar sobre conductas
concretas puede hacerse sobre otras conductas que también tienen esas
funciones, aunque no estén implicadas concretamente en el problema objeto de
consideración. La experiencia mindfulness, en lo que tiene de aceptación de las
sensaciones y sucesos como ocurren, supone optar por experimentar conductas
funcional-mente distintas de aquellas que pueden estar generando el problema por
el que la persona pide ayuda, frente al intento por huir de las experiencias
sin tener ocasión de experimentarlas. Una persona preocupada por controlar los
imprevistos en el trabajo no tiene porque centrarse sólo en situaciones
laborales sino en cualesquiera otras que tengan que ver con su ocurrencia
imprevista.
Esta perspectiva amplia y abierta
es más comprensiva y adaptativa que la se centra en el control de elementos
concretos de forma des-contextualizada. Por ello no es sorprendente que este
tipo de terapias de tercera generación se hayan mostrado eficaces en problemas
más amplios y menos definidos como los trastornos de personalidad (Linehan,
1993a y b). Se busca que la persona sea capaz de observar y sentir de forma
natural (dejándose llevar) su comportamiento (el mindfulness como observación)
y que al tiempo se comprometa con esa actividad (mindfulness como compromiso).
El objetivo es estar abierto a la propia actividad, exploración que permita
obtener datos para su posterior evaluación. No es incompatible, en absoluto,
elegir experiencias, actividades, etc., y al mismo tiempo estar disponibles
para experimentar y sentir tal cual las cosas sucedan (Robins, Schmidt, y
Linehan, 2004). Nótese que este modo de proceder favorece la flexibilidad y la
variabilidad en el comportamiento, característica esencial de su capacidad
adaptativa.
Aplicaciones Clínicas
Aplicaciones Clínicas
Las aplicaciones clínicas del
mindfulness han estado ligadas inicialmente a su papel como procedimiento de
control fisiológico-emocional. En ese marco cabe considerar el papel que la
meditación y la relajación tuvo sobre diversos trastornos psicofisiológicos.
Los trabajos de Benson (1975) son paradigmáticos en este ámbito y ligan la
relajación, meditación y trastornos cardiovasculares (ver Gremer, 2005).
Jon Kabat-Zinn es, no obstante,
quien popularizó e impulsó el uso de la meditación mindfulness como
procedimiento para tratamiento de trastornos psicofisiológicos o
psicosomáticos. En 1979 creó el Centro mindfulness en la Facultad de Medicina
de la Universidad de Massachussets para tratar aquellos casos y problemas
clínicos que no respondían adecuadamente al tratamiento médico convencional.
Desde entonces el Centro viene aplicando el mindfulness-based stress reduction
(MBSR) program a un amplio número de personas. Más de 15.000 pacientes han
seguido el programa en ese Centro, además de otros muchos que se han aplicado
en otros países.
Esta actividad clínica ha
supuesto también resultados en diversas investigaciones científicas. En ellas
se ha constatado, por ejemplo, la utilidad del programa para modificar ciertas
funciones fisiológicas e inmunitarias (Davidson y cols., 2003). Lo cierto es que
desde la publicación en 1982 del primer trabajo sobre dolor crónico (Kabat-Zin,
1982) han aparecido estudios que muestran su utilidad en trastornos de ansiedad
(Kabat-Zin, Massion, Kristeller, Peterson, Fletcher y Pbert, 1992) o en
psoriasis (Kabat-Zin, Wheeler, Ligth, Skillings, Scharf y Cropley, 1998), por
ejemplo.
Paul Grossman dirige el Instituto
de Investigación mindfulness de la Universidad de Friburgo en Alemania y se
centra también en el mindfulness como programa de control de estrés. Ha publicado
recientemente un meta-análisis (Grossman y cols., 2004) sobre el uso de estos
programas, en él se constata que a pesar de que aún el número de estudios es
pequeño, los resultados muestran la utilidad del procedimiento tanto en
muestras clínicas como en personas normales. Además de los trabajos recogidos
en el meta-análisis cabe añadir otras aportaciones más recientes que muestran
la utilidad del programa en cáncer (Galantino, 2003; Tacón, Caldera, y
Ronaghan, 2004) y en transplante de órganos (Gross et al., 2004).
Más allá del uso de la meditación
mindfulness como procedimiento de reducción del estrés, el mindfulness ha sido
integrado en tres prodecimientos clínicos de gran interés y que, además, han
aportado evidencia empírica de su utilidad. El primero es la terapia de
conducta dialéctica. Marsha Linehan (Linehan, 1993) desarrolla un tratamiento
basándose en el mindfulness y la aceptación para el abordaje de los trastornos
de personalidad límite. Los resultados obtenidos le han caracterizado como un tratamiento
empíricamente validado (Crits-Christoph, 1998). El segundo es la terapia
cognitiva de la depresión, más concretamente la terapia cognitiva basada en
mindfulness de la depresión (ver Scherer-Dickson, 2004). Esta fue desarrollada
al considerar los elementos implicados en las recaídas en pacientes tratados
por depresión (Teasdale et al., 2000; Teasdale, Segal y Williams, 1995) y ha
mostrado la utilidad de este acercamiento (Ramel, Goldin, Carmona y McQuaid,
2004; Teasdale et al., 2002). El programa detallado de la aplicación está
publicado paso a paso (ver Segal et al., 2002). Finalmente, mindfulness se haya
integrado también en el proceder de la terapia de aceptación y compromiso, ya
referida en este trabajo, por lo que viene a formar parte, como se ha
comentado, de los procedimientos clínicos de las terapias de conducta de
tercera generación.
Otro ámbito de investigación ha
sido el referido a la consideración del mindfulness como un constructo
susceptible de ser operativizado, evaluado y utilizado como criterio para
relacionarlo con otras medidas clínicas. Así se ha desarrollado el inventario
mindfulness de Friburgo (Buchheld, Grossman y Walach, 2002) y que ha sido
estudiado en relación con el consumo de tabaco y de alcohol (Leigh, Bown y
Marlatt, 2005). También se ha desarrollado una escala para pacientes de cáncer
(Carlson y Brown, 2005).
Conclusiones
El mindfulness plantea un punto de vista complementario con los recursos clínicos convencionales. La atención e implicación activa en el momento presente es congruente con el modo de hacer en la terapia cognitivo conductual. Donde sí puede producirse un cierto contrasentido es en el interés por aceptar las sensaciones y los elementos vividos frente a controlarlos. Esto es especialmente relevante en el caso de las respuestas emocionales así como en el aquellos problemas derivados de disfunciones psicofisiológicas.
El mindfulness plantea un punto de vista complementario con los recursos clínicos convencionales. La atención e implicación activa en el momento presente es congruente con el modo de hacer en la terapia cognitivo conductual. Donde sí puede producirse un cierto contrasentido es en el interés por aceptar las sensaciones y los elementos vividos frente a controlarlos. Esto es especialmente relevante en el caso de las respuestas emocionales así como en el aquellos problemas derivados de disfunciones psicofisiológicas.
Resulta
especialmente evidente que algunas funciones no están sujetas a control verbal,
por ello sólo mediante experimentación real se puede ejercer un cierto
aprendizaje sobre ellas y esto sólo es posible si hay una buena
experimentación, una buena observación mindfulness.
El intento voluntario por
controlar la respiración produce, muy probablemente, disnea. Quien tiene un
ataque de pánico o un deseo irrefrenable por fumar y pretende controlarlo
voluntariamente probablemente obtenga el efecto contrario. Solo hay una forma
de "controlar" esas actividades involuntarias e indeseadas:
dejándolas estar, dejando que ocurran, observándolas con la menor interferencia
posible, dejando que se autor regulen automáticamente, que realicen su tarea los
servomecanismos biológicos responsables de su actividad.
Las posibilidades de integrar
esta técnica y este modo de proceder son muchas y aplicable a muy diversos
trastornos. Germer, Siegel y Fulton (2005) han editado un libro específicamente
dedicado a esto. En él se puede ver cómo actuar y con qué recursos en diversos
ámbitos de intervención.
Finalmente, recordar que el
mindfulness como la terapia de conducta dialéctica, la terapia de aceptación y
compromiso, la terapia de activación conductual y la psicoterapia funcional
analítica, recogen, entre otras, la evolución propia de la terapia de conducta.
Ello supone un reconocimiento acumulativo de las aportaciones producidas a lo
largo de los años y también de críticas y propuestas nuevas, tal vez no tan
nuevas, pero en todo caso renovadas, en la búsqueda de solución a problemas
recurrentes que tal vez adoptan distintas formas aunque ejerzan efectos
semejantes.
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