Aquel momento en que naciste, cuando
diste tus primeros pasos o aprendiste a montar en bicicleta, cuando diste tu
primer beso o cualquier momento aislado que seas capaz de evocar o focalizar en
“aquel tiempo” al que denominamos pasados, fue, es y será, el mismo momento
exacto, permanente y único que tienes ahora. El mismo instante en que te
encuentras leyendo estas líneas, es el mismo momento en que aprendiste a montar
en bici o te diste el primer baño en el mar… no ha habido ningún otro momento
salvo ESTE, el único momento que tienes, como una constante…
Como una
constante eterna.
Vivimos en
un mundo de ilusión donde prevalecen unos ciclos que nos parecen sólidos,
tenemos un calendario y vemos pasar los días, transitar las noches, las
estaciones y los años.
Nos
aseguraron que no podemos cambiar nuestro pasado y es verdad. Nos
convencieron de que no podemos viajar a nuestro futuro y es verdad, por la
sencilla razón de que ninguno de ambos conceptos existe como una realidad
tangible, salvo para la ilusoria percepción de unos sentidos tan intangibles,
como la propia ilusión de realidad en la que estos se desenvuelven.
Pero si sólo
hay un “ahora”, y cambiamos “ahora”, en este preciso instante, ahora sabemos
que lo podemos cambiar todo; pasado, presente y futuro, pero no basta con
cambiar nuestra sesgada dimensión de “este ahora”, se trata de cambiar nuestro
enorme espectro multi-dimensional que habita, a la vez, en todo lo que
consideramos “momentos pasados”, o futuros…
Donde está
el pasado? En qué lugar? En qué momento?
Ese pasado
no está en ningún lugar ni en ningún tiempo. Habita en nosotros a tiempo
permanente porque sólo tenemos eso, permanencia… permanencia absoluta y
presente, presente perenne por los siglos de los siglos, amén.
Pero como
podemos entonces “evocar recuerdos”, “recrear situaciones pasadas”?
No podemos,
lo que hacemos es conectar con “otro yo” de otra dimensión atemporal, habitante
de este mismo instante, que está aquí, todo el tiempo aquí y ahora, pero con el
que hemos aflojado la conexión. No pasa el tiempo, creamos infinidad de
conciencias alternativas que se dan cita en un universo multi-dimensional e
infinito, e invocamos unas u otras según la situación de una conciencia que
vamos creando y recreando, en función de unos parámetros de percepción que
interpretamos como edades, periodos, fases o tiempos.
No es el tiempo entonces aquello que pasa, dejando un reguero de instantes
donde alguna vez vivimos inmersos en su constante, sino la expansión de nuestra
conciencia que no cesa, creando una multiplicidad exponencial de posibles,
organizada en una línea que observamos intocable e impenetrable, mas todo
nuestro ser al completo, el pasado, y el de todos nuestros posibles futuros, se
halla interactuando al tiempo, en este único momento eterno, ahora, ahora… todo
el tiempo ahora.
Se imaginan
algún momento para cambiar que no sea este?
Se engañan…
no habrá otro.
Sencillamente,
habrán decidido postergar la acción. Pero eso conllevará crear otro ser dimensional
repetido, una y mil veces repetido, y al fin, tantas veces anclado como
desligado del resto de nuestras infinitas posibilidades, que están, todas
están, aquí y ahora ya están.
Qué han
vivido, 10.000 o más días? o un repetido día 10.000 o más veces… ¿?
No podemos
vivir tiempos de cambio, sólo podemos vivir cambios sin espacio ni tiempo, o
dicho de otro modo, en el único tiempo que hay:
“Solo
podemos vivir cambios”
“Nada
permanece; todo se mueve; todo vibra”
Cada vez que
decidimos qué hacer al “día siguiente”, estamos limitando nuestro espectro en
función de un ser dimensional repetido al que llamamos “pasado”.
Nuestro
futuro no existe, es la sentencia que proyectamos con cada aseveración
manifiesta de permanecer anclados en el mismísimo espectro del que partimos;
una y otra vez.
Proyectar de
forma permanente basándonos en el pasado es justo lo que hemos hecho hasta
ahora. Y no estamos hablamos de “imaginar” ningún futuro, sino de sentenciarlo.
No hay
pasado, sólo hay eternidad. No hay futuro, sólo estás tú y tus proyecciones, tú
y tus creaciones infinitas de posibles y realidades de ti mismo en un sólo
instante, absoluto e imperecedero.
Dejar de
proyectar desde un anclado y repetido “pasado”, y permitir entregarse a la
magia de la sabiduría interior, es conectar con las mejores posibilidades de
nosotros mismos en este ahora, pues todo “es”, cualquier opción imaginable de
nosotros mismos ya es, en este preciso instante.
Entregarte a
la magia de tu sabiduría interior… desconectar de tu percepción limitada y
dejar que sea tu ser superior (inimaginablemente superior) quien “te guie y te
dirija”, siempre te sorprenderá, siempre y cuando le dejes hacer, sin
intervenciones, sin prejuicios, sin limitaciones y sin juicios.
Pero si
sentencias “tu futuro” de forma permanente, ¿cómo sabrás lo que te esperaría si
permitieses dejar que tu mejor opción pudiese manifestarse? Mas no
permitimos, sentenciamos, y lo bloqueamos todo eternamente.
Aquí y
ahora. Aquí y ahora…
Estar
atentos a cada nueva sugerencia, a cada oferta de un “destino” que siempre nos
sorprenderá, pues llegará, AHORA, solo con permitir que llegue.
Tan sólo es
necesaria la entrega absoluta, la confianza plena.
Y confianza
en quien?
Por supuesto
en ti mismo, en tu mejor posibilidad.
Eso es la
fe, y eso es creer en dios, dicho todo de otra manera.
El universo
nos habla en cada pequeña cosa, en cada insignificante detalle. Conocer
esto e integrarlo es para toda la vida, porque entonces y sólo entonces la vida
aparecerá, y por primera vez será la vida real, la vida sin barrotes ni
fronteras, pues los más duros barrotes se diluirán ante nuestros propios ojos y
las fronteras desaparecerán como el pesado escenario de un sueño, que no vivió
más que en lo más profundo de todos nosotros.
De modo que
tal vez, sólo tal vez, esta sea la última vez que nos comamos el coco, y sólo
tal vez, sea esta la última vez que alimentemos al loco, ese que sólo piensa en
cómo sortear la próxima trampa de su abnegada estulticia, fruto de su
desconexión;
Amén.
José Vaso,
todos y ninguno
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