miércoles, 12 de septiembre de 2012

Tu Ahora, siempre es Tú-Ahora




Aquel momento en que naciste, cuando diste tus primeros pasos o aprendiste a montar en bicicleta, cuando diste tu primer beso o cualquier momento aislado que seas capaz de evocar o focalizar en “aquel tiempo” al que denominamos pasados, fue, es y será, el mismo momento exacto, permanente y único que tienes ahora. El mismo instante en que te encuentras leyendo estas líneas, es el mismo momento en que aprendiste a montar en bici o te diste el primer baño en el mar… no ha habido ningún otro momento salvo ESTE, el único momento que tienes, como una constante…

Como una constante eterna.

Vivimos en un mundo de ilusión donde prevalecen unos ciclos que nos parecen sólidos, tenemos un calendario y vemos pasar los días, transitar las noches, las estaciones y los años.

Nos aseguraron que no podemos cambiar nuestro pasado y es verdad. Nos convencieron de que no podemos viajar a nuestro futuro y es verdad, por la sencilla razón de que ninguno de ambos conceptos existe como una realidad tangible, salvo para la ilusoria percepción de unos sentidos tan intangibles, como la propia ilusión de realidad en la que estos se desenvuelven.

Pero si sólo hay un “ahora”, y cambiamos “ahora”, en este preciso instante, ahora sabemos que lo podemos cambiar todo; pasado, presente y futuro, pero no basta con cambiar nuestra sesgada dimensión de “este ahora”, se trata de cambiar nuestro enorme espectro multi-dimensional que habita, a la vez, en todo lo que consideramos “momentos pasados”, o futuros…

Donde está el pasado? En qué lugar? En qué momento?

Ese pasado no está en ningún lugar ni en ningún tiempo. Habita en nosotros a tiempo permanente porque sólo tenemos eso, permanencia… permanencia absoluta y presente, presente perenne por los siglos de los siglos, amén.

Pero como podemos entonces “evocar recuerdos”, “recrear situaciones pasadas”?

No podemos, lo que hacemos es conectar con “otro yo” de otra dimensión atemporal, habitante de este mismo instante, que está aquí, todo el tiempo aquí y ahora, pero con el que hemos aflojado la conexión. No pasa el tiempo, creamos infinidad de conciencias alternativas que se dan cita en un universo multi-dimensional e infinito, e invocamos unas u otras según la situación de una conciencia que vamos creando y recreando, en función de unos parámetros de percepción que interpretamos como edades, periodos, fases o tiempos.

No es el tiempo entonces aquello que pasa, dejando un reguero de instantes donde alguna vez vivimos inmersos en su constante, sino la expansión de nuestra conciencia que no cesa, creando una multiplicidad exponencial de posibles, organizada en una línea que observamos intocable e impenetrable, mas todo nuestro ser al completo, el pasado, y el de todos nuestros posibles futuros, se halla interactuando al tiempo, en este único momento eterno, ahora, ahora… todo el tiempo ahora.

Se imaginan algún momento para cambiar que no sea este?

Se engañan… no habrá otro.

Sencillamente, habrán decidido postergar la acción. Pero eso conllevará crear otro ser dimensional repetido, una y mil veces repetido, y al fin, tantas veces anclado como desligado del resto de nuestras infinitas posibilidades, que están, todas están, aquí y ahora ya están.

Qué han vivido, 10.000 o más días? o un repetido día 10.000 o más veces… ¿?

No podemos vivir tiempos de cambio, sólo podemos vivir cambios sin espacio ni tiempo, o dicho de otro modo, en el único tiempo que hay:

“Solo podemos vivir cambios”


“Nada permanece; todo se mueve; todo vibra”

Cada vez que decidimos qué hacer al “día siguiente”, estamos limitando nuestro espectro en función de un ser dimensional repetido al que llamamos “pasado”.

Nuestro futuro no existe, es la sentencia que proyectamos con cada aseveración manifiesta de permanecer anclados en el mismísimo espectro del que partimos; una y otra vez.

Proyectar de forma permanente basándonos en el pasado es justo lo que hemos hecho hasta ahora. Y no estamos hablamos de “imaginar” ningún futuro, sino de sentenciarlo.

No hay pasado, sólo hay eternidad. No hay futuro, sólo estás tú y tus proyecciones, tú y tus creaciones infinitas de posibles y realidades de ti mismo en un sólo instante, absoluto e imperecedero.

Dejar de proyectar desde un anclado y repetido “pasado”, y permitir entregarse a la magia de la sabiduría interior, es conectar con las mejores posibilidades de nosotros mismos en este ahora, pues todo “es”, cualquier opción imaginable de nosotros mismos ya es, en este preciso instante.

Entregarte a la magia de tu sabiduría interior… desconectar de tu percepción limitada y dejar que sea tu ser superior (inimaginablemente superior) quien “te guie y te dirija”, siempre te sorprenderá, siempre y cuando le dejes hacer, sin intervenciones, sin prejuicios, sin limitaciones y sin juicios.

Pero si sentencias “tu futuro” de forma permanente, ¿cómo sabrás lo que te esperaría si permitieses dejar que tu mejor opción pudiese manifestarse? Mas no permitimos, sentenciamos, y lo bloqueamos todo eternamente.

Aquí y ahora. Aquí y ahora…

Estar atentos a cada nueva sugerencia, a cada oferta de un “destino” que siempre nos sorprenderá, pues llegará, AHORA, solo con permitir que llegue.

Tan sólo es necesaria la entrega absoluta, la confianza plena.

Y confianza en quien?

Por supuesto en ti mismo, en tu mejor posibilidad.

Eso es la fe, y eso es creer en dios, dicho todo de otra manera.

El universo nos habla en cada pequeña cosa, en cada insignificante detalle. Conocer esto e integrarlo es para toda la vida, porque entonces y sólo entonces la vida aparecerá, y por primera vez será la vida real, la vida sin barrotes ni fronteras, pues los más duros barrotes se diluirán ante nuestros propios ojos y las fronteras desaparecerán como el pesado escenario de un sueño, que no vivió más que en lo más profundo de todos nosotros.

De modo que tal vez, sólo tal vez, esta sea la última vez que nos comamos el coco, y sólo tal vez, sea esta la última vez que alimentemos al loco, ese que sólo piensa en cómo sortear la próxima trampa de su abnegada estulticia, fruto de su desconexión;
Amén.

José Vaso, todos y ninguno



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