Una
colaboración de Juan Manuel
Trascender
(de trans, más allá, yscando, escalar) significa pasar de un ámbito a otro,
atravesando el límite que los separa. Desde un punto de vista filosófico, el
concepto de trascendencia incluye además la idea de superación o superioridad.
Este es el significado concreto de esta palabra, pero ahora debemos pensar que
es lo que diferencia al hombre corriente de una persona “que trasciende”, pues
bien, toda persona que intenta superar los límites que le pone la vida, que
intenta buscar sentido y conocimiento de su yo y de su existencia trasciende a
un plano en el que la vida enseña su verdadera esencia y verdad.
No hace
falta ser un monje o un iluminado espiritual para trascender en la vida, una
persona que ayuda a otra cuando la ve en apuros ya está trascendiendo, una
persona que realiza un voluntariado en una ong, está trascendiendo, una persona
que escucha a otra contarle sus problemas con verdadero interés y da consejos
para aliviarla trasciende, y así en todos los actos de bondad que los humanos
realizamos a diario.
También una
forma de transcender, aunque no lo creamos, es el mero hecho de conversar con
la gente. Hoy en día apenas conversamos con nuestros conocidos, vecinos,
familiares, siempre vamos enganchados a los móviles o a Internet pero esas
conversaciones no son verdaderas en el sentido “espiritual” de la palabra,
hemos perdido el contacto humano que hace que la conversación sea un placer y
una forma de intercambiar energías e ideas que poco a poco tiende a
desaparecer.
En todas las
culturas anteriores a esta era tecnológica la conversación entre las personas
ha sido uno de los medios de comunicación más importantes y usados, gracias a
ella las gentes transmitían sus conocimientos, sus inquietudes y sus ideas para
trascender en el desarrollo del grupo al que pertenecían. Mediante ella se
transmitían los valores que regían a las personas y las desarrollaba como
tales.
Hoy en día la falta de conversación en las
nuevas generaciones está propiciando que la gente se aísle en sus casas, que se
conviertan en gente taciturna y tímida y que tienda a buscar “amistades”
mediante el ordenador en Internet esto no lo considero una verdadera
conversación, pues no existe el intercambio de “impresiones” entre las personas
y sí, se proporcionan la información, pero esta carece de “alma” por lo que enseguida
la olvidamos o quizás pasemos de ella, no existe entonces la empatía con la
persona y por lo tanto no hay verdadero sentimiento de haber conversado.
Sé que este
concepto es un poco engañoso, porque la gente conversa con el WhatsApp todos
los días y a cada momento, con el chat, con el móvil, pero la mayoría de las
conversaciones por estos medios no tienen la “esencia” y alma de una
conversación cara a cara.
También las
prisas con las que vivimos, la exigencia del trabajo en el día a día, la falta de
tiempo para el ocio y el esparcimiento nos hacen vivir en un bucle existencial
en el que no nos podemos parar a pensar en lo trascendental de la vida, que
quizás sea lo único realmente importante que existe en ella.
Trascender
en la vida es algo necesario, no solo pensar en los quehaceres mundanos,
también debemos tener tiempo y valor para enfrentarnos a los misterios de la
vida, de la muerte, del conocimiento, de lo “trascendente”, de lo que va más
allá de lo que vemos en la materia, tener tiempo para ser un poco más
“espiritual” y no ver el mundo como algo predecible, sino como un misterio
increíble que nunca va a dejar de sorprendernos.
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