Lo que nuestro amigo me narrara.
No soy un científico
especializado en los temas que se aborda en estas páginas. No pretendo hacer
poses de astrónomo, de físico ni de profeta. Me limito, solamente, a
transcribir los apuntes que tomara en mis largas conversaciones con Pepe, en
aquello. días Inolvidables que precedieron a su extraordinaria partida de este
mundo.
No deseo publicidad personal ni
convertirme en "vedette" de la prensa... Todo lo contrario: anhelo
hallar la paz y el silencio que requieren las instrucciones recibidas de mi
amigo, para el rápido desenvolvimiento Individual, mío y de los míos...
Pero debo cumplir la promesa
empeñada. Anunciar lo que se acerca y procurar que la Luz se haga en la mente
de quienes estén ya preparados a recibirla, en estos momentos tan críticos para
toda nuestra humanidad...
YOSIP IBRAHIM
En esos quince días en que estuve
todo el tiempo con Pepe, preparando su partida definitiva de la Tierra, me
narró muchas cosas que. a veces, no podía escribir, pues conversábamos
constantemente. a todas horas, y muchas de sus explicaciones tuve que
retenerlas en la memoria, por haber sido detalles que me daba en público, en el
diario transitar en demanda de los arreglos necesarios para su partida.
Esto aclara que, en algunos
pasajes de esta obra puedan deslizarse, tal vez, errores de concepto o de
interpretación debidos a mi desconocimiento técnico o científico relativos a
ciertos temas tratados con mayor autoridad por él, pero que sólo pude retener
mediante rápidos y no siempre detallados apuntes. Hago esta salvedad porque
deseo que mi versión logre ser sincera, aun cuando en ciertos aspectos de orden
científico, no llegara a interpretar correctamente en todas sus partes, las
sorprendentes explicaciones de mi amigo.
Ya he manifestado en la primera
parte, la impresión que yo tuve al contemplar, junto con los míos, la enorme
maquina que descendiera en el jardín de su casa la noche en que Pepe abandonó,
para siempre, este planeta...
Era como una gigantesca lenteja
metálica, de mas o menos quince a veinte metros de diámetro, con una cúpula
central que podía tener hasta tres metros de altura, contando desde la base del
aparato. En todo el contorno exterior, o filo de aquella "lenteja"
que rodeaba la cúpula, se veía una hilera de huecos pequeños, como toberas de
escape.
A ambos lados de la mencionada
cúpula pude apreciar ventanas angostas y alargadas, algo así como los
parabrisas de automóvil, sin lograr ver el interior por la distancia a que nos
encontrábamos esa noche, pues ya expliqué cómo fue nuestra despedida: mi
familia y yo, profundamente impresionados, permanecimos en la puerta de la casa
que da al Jardín, sin acercamos al "platillo", cuando Pepe, después
de abrazarnos, ingresó a la máquina.
Para hacerlo, subió por una
escalerilla de metal que había descendido de la base de una puerta, o mamparo,
que se abriera en la cúpula, frente a nosotros, en el centro de los dos
ventanales ya descritos, abertura en que lo esperaron dos personas de estatura
como la nuestra, que vestían escafandras, a mi entender, iguales o parecidas a las
de nuestros astronautas.
Cuando el OVNI, se elevó,
brotaron chorros de fuego de los huecos circundantes en toda la circunferencia
exterior de la "lenteja", y me pareció que el metal de la estructura
del platón, —no así la cúpula—, cambiaba de color con una brillante
iridiscencia. También me llamó la atención que toda la maniobra se efectuara
sin mayor estruendo, pues sólo escuchamos un leve zumbí. do, que se perdió
rápidamente a medida que la nave se alejaba en el espacio.
Hasta aquí, lo que yo viera. Pepe
me había explicado cómo fueron los dos viajes, de ida y vuelta, a Ganímedes, y
su paso, las dos veces, por la base espacial, a que me he referido, en la
primera parte de este libro. Me dijo, entonces, que había viajado en dos
modelos de astronave diferentes en tamaño y poder, aunque similares en sus
características esenciales: que de la Tierra a la base espacial y viceversa,
emplearon un tipo más pequeño, con capacidad para seis personas; pero que de la
base hasta Ganímedes usaron máquinas mucho más grandes y poderosas, en las que
cómodamente podrían viajar más de veinte tripulantes.
Las características principales
de esas naves se diferenciaban enormemente de las que estamos empleando en la
Tierra, tanto en estructuras cuanto en energía, maniobras y velocidades.
Los dos modelos descritos por mi
amigo estaban formados, estructural mente, por dos cuerpos concéntricos: la
cabina de comando y la cámara de máquinas. La cabina de mandos ubicada en la
cúpula central, era algo así como el cerebro electrónico de todo el conjunto,
desde el que los tripulantes podían controlar y dirigir el funcionamiento de
los complicados mecanismos productores de energía c impulsores de la nave
espacial, repartidos, a su vez, en todo el espacio interior del otro cuerpo, o
cámara de máquinas, llenando la circunferencia de forma lenticular que rodea al
cuerpo central.
Los hombres de Ganímedes han
llegado a producir y controlar, de manera absoluta, la energía atómica y la
termonuclear. Poseen, también, el secreto de neutralizar a voluntad los efectos
dañinos de las radiaciones y su conversión automática en nuevas formas de
energía, que unidas, al aprovechamiento de energía proveniente de los rayos
solares, de los rayos cósmicos y de las vibraciones lumínicas y sonoras, cuyo
dominio llega en ellos a lo que en la Tierra nos parecería milagroso; es así
como sus máquinas del espacio han podido alcanzar metas que aun nos falta mucho
por lograr.
En primer lugar, cuentan con
materiales completamente desconocidos en la Tierra. Han desarrollado aleaciones
de metales que resisten a todas las fuerzas de la naturaleza, por poderosas que
éstas sean y por adversas que fueran las circunstancias en que actúen. Tienen,
también, productos moldeables o plásticos de propiedades tan maravillosas que
nuestros químicos y físicos actuales se resistirían a aceptar.
Esto fue evidenciado por Pepe al
comprobar las asombrosas velocidades que esas máquinas pueden alcanzar. Ya se
ha dicho en la primera parte, del desconcertante asombro con que viera alejarse
nuestro mundo en cuestión de minutos, y cómo, al calcular la posible velocidad
con referencia al vertiginoso alejamiento de nuestro planeta, estuvo a punto de
sufrir un síncope al darse cuenta de los resultados de su cálculo. El trayecto
desde la Tierra hasta la base construida por ellos en el espacio.
Que, según le
informaran, dista poco más de diez millones de kilómetros de nosotros, tardó
sólo ¡una hora y minutos...!
Un simple cálculo basta para
llegar a una cifra que, en la actualidad, nos produce escalofrío: ¡3.000 Km.
por segundo! ¡Sólo cien veces menos que la velocidad de la luz! Cuando tratamos
de esto, Pepe me manifestó que su primera reacción había sido de incredulidad.
Pero sus acompañantes en el OVNI, leyendo su pensamiento, le dijeron que
esperara a llegar a Ganímedes, con lo cual comprobaría aquello y mucho más.
No necesito repetir lo expuesto
en la primera parte acerca de la segunda etapa del viaje. La distancia de 760
millones de kilómetros que nos separa de Ganímedes fue cubierta, entre las dos
etapas, en un total de ¡tres días y cuatro horas, aproximadamente!... Esto
corroboró, de nuevo, los primeros cálculos efectuados y el promedio de vuelo a
una velocidad media de diez millones, ochenta mil kilómetros por hora...!
Todo ello resulta increíble, y
así opiné, en ese entonces. Por que, además de los problemas directamente
relacionados con 1A fuerza impulsora necesaria para alcanzar una supuesta
velocidad de ese tipo, había que tener en cuenta los diferentes problemas
derivados de la resistencia de materiales, gravitación, inercia, problemas de
orden térmico, biológico y funcional sobre los organismos vivientes. Todo ese
cúmulo de barreras que nuestra ciencia y nuestra técnica calculan hoy ante
posibilidades de tal envergadura.
Pero, a todas mis objeciones, Pepe
se limitó a decir:
"Si hace, únicamente, dos
siglos, a nuestros antepasados les hubiéramos hablado de la televisión, de los
viajes a la luna, del control remoto de máquinas en el espacio y de los
adelantos de la electrónica y de la energía nuclear, nos habrían tomado por
locos..."
Y después me explicó lo que
lograra conocer sobre esas naves espaciales prodigiosas. Me advirtió, sin
embargo, que sus tripulantes no quisieron proporcionarle detalles minuciosos
acerca de los mecanismos ni de ciertas particularidades sobre propulsión,
fuentes de energía, aplicación de fuerzas y conversión o neutralización de las
mismas, y que lo obtenido era sólo fruto de sus observaciones personales, a la
luz de lo aprendido por él en la Tierra y de la comparación de sus conocimientos
con los nuevos fenómenos comprobados en el viaje.
Ya se ha dicho que las
estructuras y todas las piezas de que están formadas esas máquinas, son de
materiales completamente desconocidos en la Tierra. Por tanto sus resistencias
y reacciones a las fuerzas y leyes de la naturaleza por nosotros conocidas, son
diferentes. Parece que su fuerza impulsora es el resultado de un complejo
sistema en el que intervienen: energía termonuclear do minada y controlada en
absoluto, el desarrollo de poderosos campos magnéticos y el auxilio y
aprovechamiento simultáneo de nuevas fuentes de energía cósmica y lumínica
hasta ahora desconocidas por nosotros.
Si un rayo de luz viaja en el
espacio a 300.000 Km. por segundo, y si las microscópicas partículas que forman
los rayos lumínicos pueden ser susceptibles de concentrarse y de dirigirse
como, por ejemplo en los Láser, ¿quién se atreverla a negar que. dentro de
condiciones especiales, a través de mecanismos todavía no imaginados por
nuestra humanidad, y en el amplio campo de las onda) electromagnéticas y de los
rayos cósmicos, otra humanidad haya alcanzado a encadenar la fuerza de esas
partículas, obligándolas a proporcionar una parte de su energía cinética en
provecho de todo el conjunto...
De las observaciones efectuadas,
pudo deducir que los dos cuerpos concéntricos a que se ha hecho mención: la
cúpula central o cabina de mandos, y la plataforma circular externa o cámara de
máquinas, no obstante estar sólidamente unidos, quedaban aislados,
automáticamente, por la inserción de materiales que, sin disminuir la solidez
del conjunto, garantizaba la independencia y seguridad de la cabina interior,
neutralizando fuerzas y posibles radiaciones. Aún cuando los tripulantes
pudieran cometer algún error o descuido fortuito, el sistema de control
electrónico del aparato los ponía, constantemente, a salvo de los riesgos
propios de tan extraordinarios viajes.
Tal sistema abarcaba la solución
total de los problemas que para nuestros físicos presentan los viajes
espaciales, y muchos otros aún desconocidos en la Tierra. Uno de los más serios
obstáculos que tienen que vencer nuestros coterráneos es el conjunto de
fenómenos derivados de la ley de gravedad.
Los astronautas de Ganímedes se ríen
de esto: ellos han resuelto, hace mucho tiempo, todos los problemas
relacionados con lo que nosotros llamamos "gravedad" según la
definición de Newton. Sus máquinas pueden neutralizar, a voluntad, toda forma
de atracción de masas, liberándose así, cuando conviene, de la influencia en
tal sentido de cualquier cuerpo celeste o astro.
Esto les permite realizar las
maniobras que han desconcertado a muchos técnicos que, alguna vez, llegaron a
ver un OVNI. Explica el por qué pueden elevarse con toda suavidad y lentitud y
alejarse del suelo a cualquier tipo de velocidad. Sabemos que nuestras naves
espaciales deben iniciar su vuelo con determinada velocidad, según su tamaño y
peso, para lograr la fuerza de "arranque" o sea la velocidad inicial
que, contrarrestando a la fuerza de gravedad, permita a la máquina alejarse de
la Tierra, sin la cual no podría continuar su trayectoria y caería de nuevo al
suelo.
En cambio, los Ovnis suben y
bajan con toda suavidad, pueden detenerse en el espacio a cualquier altura y
permanecer inmóviles todo el tiempo que sus tripulantes deseen, y realizar toda
clase de virajes en ángulos inverosímiles para nuestros aviadores, sin que la
máquina o sus ocupantes sufran en lo más mínimo. Poderosos campos magnéticos y
la combinación de fuerzas a que ya se ha aludido más arriba, logran esto,
aparte de la calidad especial de los materiales mencionados.
En cuanto al organismo y
funciones biológicas de sus tripulantes, sucede lo mismo: en los momentos
críticos de ciertas maniobras, como ascensos y descensos, o en los cambios
bruscos de velocidad o virajes violentos, toda la estructura y muy
particularmente la cabina central son rodeadas por una fuerza cuya magnitud
está en relación directa con las fuerzas naturales que ha de vencer,
manteniendo así a la nave dentro de lo que podíamos llamar un "campo
gravitacional propio".
En esta forma quedan anuladas
todas las reacciones por gravedad o inercia, y han vencido todos los efectos
desagradables y peligrosos provenientes de los cambios de presión, desgravación
o pérdida de peso en el espacio exterior, y los consiguientes efectos
fisiológicos y psíquicos para sus ocupantes.
Otro problema, que hasta ahora
resulta una valla insalvable para nuestros sabios: el recalentamiento por la
fricción de los cuerpos, que puede tener resultados terroríficos al atravesar
las zonas de atmósfera, de la Tierra o de otros astros, ha sido, también, re.
suelto por ellos.
Un sistema automático protector
absorbe la energía térmica a medida que ésta se va generando en toda la
cubierta exterior de la astronave, transformándola en refrigeración controlada
y en fuerza propulsora; de tal suerte la capacidad del vuelo permite alcanzar
velocidades muy superiores, dentro de la atmósfera, a todo lo calculado por
nuestros científicos, aún cuando, en verdad, dentro de esas zonas no se llegue
nunca a los límites asombrosos que más arriba se ha indicado.
Recordemos que, en la primera
parte, nuestro amigo explicó cómo habla notado un apreciable cambio de
velocidad entre el tiempo que permaneció ran en la atmósfera terrestre y cuando
alcanzaron el espacio interestelar.
Otra de las características
especiales observadas por él fue la referente al sistema de detección a
distancia. Nosotros hemos desarrollado el radar Lo que ellos poseen al respecto
reúne las condiciones de servicio, combinadas, del radar, la televisión y la
telemetría telescópica. Una experiencia interesante fue presenciada por Pepe
cuando atravesaban la zona conocida como Cinturón de Asteroides, ya mencionada
anteriormente. En la respectiva pantalla de la cabina de mandos apareció de
pronto la imagen de un meteorito que se aproximaba velozmente en la misma
trayectoria seguida por la nave.
Por las ventanas del aparato no se
distinguía nada. Los tripulantes le llamaron la atención y le dijeron,
telepáticamente, que iban a eliminar ese obstáculo. Nuestro amigo seguía sin
ver nada a través del ventanal. En la pantalla de control el asteroide
continuaba acercándose y era visible en todos sus detalles. Uno de los
astronautas reguló una llavecita y oprimió un botón. En la pantalla se vio
estallar, en formidable explosión, al meteoro y, al mismo tiempo, nuestro amigo
pudo ver por las ventanas, en la misma dirección en que viajaban pero a una
distancia enorme, un destello fugaz que desapareció...
Al mirar de nuevo,
inquisitivamente a sus acompañantes, la respuesta fue:
"Rayos cósmicos... y de
Luz...".
Fuente/ Biblioteca Pléyades
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