La colección Drona Parva habla de
un conflicto –aparentemente atómico– que habría sucedido alrededor del 12.000
a. C.
Describe un “enorme proyectil
llameante, quemando con fuego sin humareda, haciendo arder los bosques y
matando millares de individuos”. Describe también el “arma de Agneya”:
“Arremetiendo con dilacerantismo,
ella arrastraba atrás de sí, en su corrida, un resplandor cegante”.
La mayoría de esos relatos
dispensa comentarios, pues el lenguaje usado, de modo general, es claramente
descriptivo, casi técnico. En ciertos párrafos, no existe el menor trazo de
misticismo.
Este que pasamos a reproducir fue
escrito por Maarshi Baradvaja, un profeta de la era primitiva de la India, y
traducido por la Academia Internacional para Pesquisa del Sánscrito, en el
Estado de Misore, India.
“…un aparato que se mueve por
fuerza interna, como una ave, sobre la tierra, dentro del agua, o en el mar, es
denominado ‘vimana’ (…) que es capaz de moverse en el cielo, de un lugar a
otro… Es una vimana, así llamado por los sacerdotes de las ciencias. El secreto
de la construcción de aparatos voladores que, no se quiebran, no pueden ser partidos,
no juntan fuego y no pueden ser interpretados. El secreto de hacer aparatos en
vuelo. El secreto de tornar invisibles aparatos en vuelo. El secreto de
escuchar ruidos y conversaciones en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de
fijar imágenes del interior en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de
determinar la vuelta de aparatos enemigos en vuelo. El secreto de dejar seres
sin sentido en aparatos enemigos en vuelo y de destruir los aparatos enemigos
en vuelo.”
Vimana sobrevolando Según Erich
von Däniken (que tradujo este texto para los términos modernos), en otra parte
de este relato del profeta Baradvaja, “se da la descripción exacta de 31 piezas
principales que componen el aparato. Con precisión idéntica, se da
instrucciones para el traje y la alimentación de los pilotos. Además, el texto
contiene la especificación de los 16 metales diferentes, necesarios para la
construcción del vehículo volador. No en tanto, el mundo actual conoce apenas
tres de los metales especificados, quedando sin traducción, hasta ahora, lo
demás”.
En la literatura de los Vedas de
la India, existen muchas descripciones de máquinas que vuelan y son llamadas,
como ya hemos dicho, Vimanas. Existen dos categorías (1) son creadas por el
hombre y se parecen a aviones volando con la ayuda de alas como las de un
pájaro, (2) estructuras que vuelan de forma misteriosa y que generalmente no
han sido creadas por seres humanos. Las máquinas en la categoría (1) son
descritas generalmente en los trabajos medievales Sánscritos los cuales tratan
sobre arquitectura, motores militares, o otras máquinas mecánicas. Los de la
segunda categoría están descritos en los trabajos ancestrales como el Rg Veda,
el Maha-bha-rata, el Rama-yana, y el Pura-nas.
En el Mahhabaratha (La Gran
India), un épico más voluminoso que la Biblia, escrito aproximadamente en el
3.000 a. C., se puede leer que Maia, uno de los “dioses” hindúes, construyó un
gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo. Cada una de las
divinidades hindúes, como Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brama, disponía de uno
de estos aparatos metálicos y voladores llamados “vi manas”. Los vi manas tenían
la forma de una esfera y navegaban por los aires por el efecto del mercurio que
provocaba un gran viento propulsor.
Los hombres alojados en los vi manas podían
recorrer grandes distancias en un tiempo maravillosamente corto. El gran sabio
de la antigua tradición, Narada, cuenta que la “ciudad volante” de Indra se
hallaba interrumpida mente en el cielo y estaba rodeada de una “pared” blanca,
que producía destellos de luz cuando el vehículo se desplazaba por el
firmamento. En el Mahhabaratha, se dice que: “Por orden de Rama (un dios
hindú), el soberbio carruaje ascendió con poderoso estruendo hacia una montaña
de nubes…”. En otro pasaje del Mahhabaratha se lee:
“Brima voló con su vimana sobre
un monstruoso rayo que brillaba como el Sol y cuyo fragor recordaba el tronar
de una tormenta” Una descripción exacta del uso del sistema de propulsión de
una nave para despegar, emitiendo un fuerte estruendo.
Arjuna e Inda Él héroe del
Mahhabaratha, Arjuna, producto de la unión de una mujer terrestre y el “dios
del Sol”, decide emprender un largo viaje para buscar a los dioses y solicitar
armas de ellos.
Cuando los encuentra, le recibe
Inda, señor del cielo, al lado de su esposa Sachi. Le hacen subir a un carruaje
celeste de guerra, e incluso ¡le dan un paseo a través de los cielos!
En el Ramayana, averiguamos que
las vi manas eran maquinas voladoras, navegaban a gran altura con ayuda de
mercurio y un gran viento impulsor. Las vimanas podían cubrir enormes
distancias y desplazarse de abajo arriba, de arriba abajo y de atrás adelante.
Hay imágenes muy claras de
batallas fantásticas: “Bhima voló con su vimana en un rayo inmenso, que tenía
el resplandor de un arma que podía matar a todos los guerreros que usasen metal
en el cuerpo: La arma causaba el efecto de hacer caer los cabellos y las uñas
de las manos y de los pies, y todo lo que era vivo se tornaba pálido y flaco”.
En el octavo libro del
Mahhabaratha, se cuenta que el personaje Gurkha, a bordo de una poderosa
vimana, arrojó un único proyectil sobre la “ciudad triple”. De ella se elevó
una fumata blanca, incandescente, diez mil veces más clara que el Sol. La
fumarada se levantó con brillo inmenso y redujo la ciudad a cenizas:
“Era como si hubiesen sido
soltados los elementos. El Sol giraba en círculo. Quemado por la incandescencia
del arma, el mundo vacilaba de fiebre. Elefantes atormentados por el calor,
corrían locos de aquí para allá, procurando protección contra el terrible
ataque. El agua hervía, los animales morían. El enemigo era segado, y la furia
del fuego hacía con los árboles, como en los incendios de los bosques, caerse
en hileras. Los elefantes rugían pavorosamente y caían muertos al suelo, por
toda una vasta área. Los caballos y los carros de combate se quemaban y todo
parecía como después de un incendio. Millares de carros fueron destruidos.
Después, un silencio profundo descendió sobre el mar. Los vientos comenzaron a
soplar y la tierra aclaró. Se ofreció la vista de un cuadro horripilante. Los
cadáveres de los tumbados habían sido mutilados por el horroroso calor, no
pareciendo más gente. Nunca antes habíamos hablado de tal arma.”
En otro párrafo del Mahhabaratha
(parte de Viaje de Arjuna para el Cielo de Indra), las visiones pavorosas del
relato anterior son sustituidas por otras de belleza y gloria:
“Después de la partida de los
protectores del mundo, Arjuna, terror de los enemigos, quería que el carro
celeste de Indra llegase hasta él. De repente, junto con Matalis, el carro
llegó en el brillo de la luz desterrando del aire las tinieblas e iluminando
todas las nubes, llenando las tierras con estruendo, como el ruido del trueno.
Fue un artefacto mágico del cielo, realmente imponente a los ojos. Él subió en
el carro, resplandeciente como el señor del día. Entonces, se fue para arriba
con el artefacto mágico, aquel carro celeste parecido al Sol, y fue inmensa la
alegría experimentada por el hijo blanco de la estirpe Kuru.”
El guerrero Arjuna, entonces, “al
aproximarse a las regiones invisibles para los mortales que recorrían la
tierra, vio carros celestes, maravillosos, a millares. En aquel lugar no brilla
el Sol, ni la Luna, no reluce el fuego, mas si en su propio brillo centellea,
por la fuerza de hechos nobles, aquello que en la Tierra es visible en la
fuerza de las estrellas, las cuales, por causa de la distancia inmensa, parecen
como lámparas, no obstante son grandes cuerpos”.
Ramayana el Ramayana hindú, se
habla de estos objetos metálicos que brillaban en el cielo. En estos vehículos
voladores las personas que se montaban en ellos podían volar hacia los cielos y
dirigirse a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra.
También dice que sus tripulantes eran expertos constructores. Esta y otras
epopeyas hindúes, describen batallas aéreas con “misiles” semejantes al rayo,
capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma. Una de tales
armas, desprendía “un humo más brillante que diez mil soles”. La desaparición
de la ciudad de Mohenjo-Daro en la India hace unos 3500 años pudiera estar
relacionada con estos relatos. Según hoy sabemos, sobre esa ciudad se produjo
un resplandor deslumbrante, una gigantesca explosión con una luz totalmente
cegadora y que hizo hervir los mares cercanos a esta ciudad costera.
Para finalizar, observemos este párrafo del
Rig Veda, en que un venerable da la siguiente lección a su discípulo:
“El espacio cósmico es mayor que
la incandescencia, pues ambos se encuentran dentro del ámbito cósmico, el Sol y
la Luna, como el relámpago, los astros y el fuego. En virtud del espacio
cósmico, las personas llaman, ven y responden. En el espacio cósmico
experimentan alegría. Nacemos en el espacio cósmico, nacemos para el espacio
cósmico. ¡Tu deberás venerar el espacio cósmico! Quien venera el espacio
cósmico alcanza reinos espaciales, reinos repletos de espacio luminoso,
infinito, para dar pasos largos, y por donde el espacio cósmico se extiende él
podrá pasear a voluntad…”
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