miércoles, 12 de junio de 2013

Los libros Védicos.


La colección Drona Parva habla de un conflicto –aparentemente atómico– que habría sucedido alrededor del 12.000 a. C. 

Describe un “enorme proyectil llameante, quemando con fuego sin humareda, haciendo arder los bosques y matando millares de individuos”. Describe también el “arma de Agneya”:

“Arremetiendo con dilacerantismo, ella arrastraba atrás de sí, en su corrida, un resplandor cegante”.

La mayoría de esos relatos dispensa comentarios, pues el lenguaje usado, de modo general, es claramente descriptivo, casi técnico. En ciertos párrafos, no existe el menor trazo de misticismo.

Este que pasamos a reproducir fue escrito por Maarshi Baradvaja, un profeta de la era primitiva de la India, y traducido por la Academia Internacional para Pesquisa del Sánscrito, en el Estado de Misore, India.

“…un aparato que se mueve por fuerza interna, como una ave, sobre la tierra, dentro del agua, o en el mar, es denominado ‘vimana’ (…) que es capaz de moverse en el cielo, de un lugar a otro… Es una vimana, así llamado por los sacerdotes de las ciencias. El secreto de la construcción de aparatos voladores que, no se quiebran, no pueden ser partidos, no juntan fuego y no pueden ser interpretados. El secreto de hacer aparatos en vuelo. El secreto de tornar invisibles aparatos en vuelo. El secreto de escuchar ruidos y conversaciones en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de fijar imágenes del interior en aparatos enemigos en vuelo. El secreto de determinar la vuelta de aparatos enemigos en vuelo. El secreto de dejar seres sin sentido en aparatos enemigos en vuelo y de destruir los aparatos enemigos en vuelo.”

Vimana sobrevolando Según Erich von Däniken (que tradujo este texto para los términos modernos), en otra parte de este relato del profeta Baradvaja, “se da la descripción exacta de 31 piezas principales que componen el aparato. Con precisión idéntica, se da instrucciones para el traje y la alimentación de los pilotos. Además, el texto contiene la especificación de los 16 metales diferentes, necesarios para la construcción del vehículo volador. No en tanto, el mundo actual conoce apenas tres de los metales especificados, quedando sin traducción, hasta ahora, lo demás”.

En la literatura de los Vedas de la India, existen muchas descripciones de máquinas que vuelan y son llamadas, como ya hemos dicho, Vimanas. Existen dos categorías (1) son creadas por el hombre y se parecen a aviones volando con la ayuda de alas como las de un pájaro, (2) estructuras que vuelan de forma misteriosa y que generalmente no han sido creadas por seres humanos. Las máquinas en la categoría (1) son descritas generalmente en los trabajos medievales Sánscritos los cuales tratan sobre arquitectura, motores militares, o otras máquinas mecánicas. Los de la segunda categoría están descritos en los trabajos ancestrales como el Rg Veda, el Maha-bha-rata, el Rama-yana, y el Pura-nas.

En el Mahhabaratha (La Gran India), un épico más voluminoso que la Biblia, escrito aproximadamente en el 3.000 a. C., se puede leer que Maia, uno de los “dioses” hindúes, construyó un gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo. Cada una de las divinidades hindúes, como Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brama, disponía de uno de estos aparatos metálicos y voladores llamados “vi manas”. Los vi manas tenían la forma de una esfera y navegaban por los aires por el efecto del mercurio que provocaba un gran viento propulsor. 

Los hombres alojados en los vi manas podían recorrer grandes distancias en un tiempo maravillosamente corto. El gran sabio de la antigua tradición, Narada, cuenta que la “ciudad volante” de Indra se hallaba interrumpida mente en el cielo y estaba rodeada de una “pared” blanca, que producía destellos de luz cuando el vehículo se desplazaba por el firmamento. En el Mahhabaratha, se dice que: “Por orden de Rama (un dios hindú), el soberbio carruaje ascendió con poderoso estruendo hacia una montaña de nubes…”. En otro pasaje del Mahhabaratha se lee:

“Brima voló con su vimana sobre un monstruoso rayo que brillaba como el Sol y cuyo fragor recordaba el tronar de una tormenta” Una descripción exacta del uso del sistema de propulsión de una nave para despegar, emitiendo un fuerte estruendo.

Arjuna e Inda Él héroe del Mahhabaratha, Arjuna, producto de la unión de una mujer terrestre y el “dios del Sol”, decide emprender un largo viaje para buscar a los dioses y solicitar armas de ellos.

Cuando los encuentra, le recibe Inda, señor del cielo, al lado de su esposa Sachi. Le hacen subir a un carruaje celeste de guerra, e incluso ¡le dan un paseo a través de los cielos!

En el Ramayana, averiguamos que las vi manas eran maquinas voladoras, navegaban a gran altura con ayuda de mercurio y un gran viento impulsor. Las vimanas podían cubrir enormes distancias y desplazarse de abajo arriba, de arriba abajo y de atrás adelante.

Hay imágenes muy claras de batallas fantásticas: “Bhima voló con su vimana en un rayo inmenso, que tenía el resplandor de un arma que podía matar a todos los guerreros que usasen metal en el cuerpo: La arma causaba el efecto de hacer caer los cabellos y las uñas de las manos y de los pies, y todo lo que era vivo se tornaba pálido y flaco”.

En el octavo libro del Mahhabaratha, se cuenta que el personaje Gurkha, a bordo de una poderosa vimana, arrojó un único proyectil sobre la “ciudad triple”. De ella se elevó una fumata blanca, incandescente, diez mil veces más clara que el Sol. La fumarada se levantó con brillo inmenso y redujo la ciudad a cenizas:

“Era como si hubiesen sido soltados los elementos. El Sol giraba en círculo. Quemado por la incandescencia del arma, el mundo vacilaba de fiebre. Elefantes atormentados por el calor, corrían locos de aquí para allá, procurando protección contra el terrible ataque. El agua hervía, los animales morían. El enemigo era segado, y la furia del fuego hacía con los árboles, como en los incendios de los bosques, caerse en hileras. Los elefantes rugían pavorosamente y caían muertos al suelo, por toda una vasta área. Los caballos y los carros de combate se quemaban y todo parecía como después de un incendio. Millares de carros fueron destruidos. Después, un silencio profundo descendió sobre el mar. Los vientos comenzaron a soplar y la tierra aclaró. Se ofreció la vista de un cuadro horripilante. Los cadáveres de los tumbados habían sido mutilados por el horroroso calor, no pareciendo más gente. Nunca antes habíamos hablado de tal arma.”

En otro párrafo del Mahhabaratha (parte de Viaje de Arjuna para el Cielo de Indra), las visiones pavorosas del relato anterior son sustituidas por otras de belleza y gloria:

“Después de la partida de los protectores del mundo, Arjuna, terror de los enemigos, quería que el carro celeste de Indra llegase hasta él. De repente, junto con Matalis, el carro llegó en el brillo de la luz desterrando del aire las tinieblas e iluminando todas las nubes, llenando las tierras con estruendo, como el ruido del trueno. Fue un artefacto mágico del cielo, realmente imponente a los ojos. Él subió en el carro, resplandeciente como el señor del día. Entonces, se fue para arriba con el artefacto mágico, aquel carro celeste parecido al Sol, y fue inmensa la alegría experimentada por el hijo blanco de la estirpe Kuru.”

El guerrero Arjuna, entonces, “al aproximarse a las regiones invisibles para los mortales que recorrían la tierra, vio carros celestes, maravillosos, a millares. En aquel lugar no brilla el Sol, ni la Luna, no reluce el fuego, mas si en su propio brillo centellea, por la fuerza de hechos nobles, aquello que en la Tierra es visible en la fuerza de las estrellas, las cuales, por causa de la distancia inmensa, parecen como lámparas, no obstante son grandes cuerpos”.

Ramayana el Ramayana hindú, se habla de estos objetos metálicos que brillaban en el cielo. En estos vehículos voladores las personas que se montaban en ellos podían volar hacia los cielos y dirigirse a las estrellas y a mundos lejanos, para luego retornar a la Tierra. También dice que sus tripulantes eran expertos constructores. Esta y otras epopeyas hindúes, describen batallas aéreas con “misiles” semejantes al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma. Una de tales armas, desprendía “un humo más brillante que diez mil soles”. La desaparición de la ciudad de Mohenjo-Daro en la India hace unos 3500 años pudiera estar relacionada con estos relatos. Según hoy sabemos, sobre esa ciudad se produjo un resplandor deslumbrante, una gigantesca explosión con una luz totalmente cegadora y que hizo hervir los mares cercanos a esta ciudad costera.

 Para finalizar, observemos este párrafo del Rig Veda, en que un venerable da la siguiente lección a su discípulo:

“El espacio cósmico es mayor que la incandescencia, pues ambos se encuentran dentro del ámbito cósmico, el Sol y la Luna, como el relámpago, los astros y el fuego. En virtud del espacio cósmico, las personas llaman, ven y responden. En el espacio cósmico experimentan alegría. Nacemos en el espacio cósmico, nacemos para el espacio cósmico. ¡Tu deberás venerar el espacio cósmico! Quien venera el espacio cósmico alcanza reinos espaciales, reinos repletos de espacio luminoso, infinito, para dar pasos largos, y por donde el espacio cósmico se extiende él podrá pasear a voluntad…”



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