Durante miles de años los pueblos
originarios de toda América tomaron infusiones preparadas con plantas que
nombraron sagradas por sus efectos psicotrópicos.
Estas plantas funcionan a los
tres niveles: físico, mental y espiritual. Y estos efectos los ayudaban a tomar
conciencia de otras realidades que no eran visibles en estado normal de
conciencia. Durante años se sostuvo que los efectos que producían las plantas
ingeridas eran meras alucinaciones, pero con el tiempo y la enseñanza de los
chamanes, se demostró que prácticamente en todos los casos cuando se realizaba
una toma grupal, varios integrantes tenían las mismas visiones siendo de esta
manera una coincidencia extremadamente grande. No es lógico pensar que dos o más
personas tengan las mismas alucinaciones con los mismos desarrollos y
actividades. Si en estos casos no son visiones de otra realidad entonces ¿Qué
son?
Aparte de la pregunta anterior,
está la fuerte intervención de los
colonizadores, quienes primero a través de jesuitas y la curia común a
posterior, siempre enarbolaron la bandera que dichas plantas eran una puerta de
acceso a los infiernos cristianos, al diablo cristiano y que todo vínculo con
las mismas era inevitablemente trato directo con lo maligno… Quizás simplemente
fue la mejor forma de evitar el despertar de conciencia, la manera escueta de
mantener almas dóciles y sumisas a sus enseñanzas tan ambivalentes.
Dentro de los pueblos nativos de
América podemos descubrir que la toma de plantas ha estado muy desarrollada en
todo el continente, donde simplemente ha variado la distinta clase de plantas,
pero todas con el mismo fin y de efectos similares; todas permiten el
pasaje al plano astral.
Dentro de los grupos de plantas
sagradas podemos observar en el norte del continente, el conocido Peyote,
cactus del cual se le extrae el botón de la flor; ésta flor es la que ofrece
los efectos psicotrópicos, más que el resto de la planta. Su ingestión está muy
difundida en la zona de México y sur oeste de los Estados Unidos al punto de
ser casi una especie en vías de extinción el peyote.
Por otro lado, en el hemisferio
sur, donde el peyote no tiene ámbito geográfico para su propagación natural,
han prevalecido dos brebajes por sobre los varios que hay: la aya huasca y el
San Pedro (según el cristianismo es este santo él que tiene las llaves del
cielo).
La aya huasca está formada por dos
plantas principalmente –aunque lleva varias más- (Banisteriopsis caapi y
Psychotria viridis) que en quechua significa “vino de las almas”. La
primera contiene una hormona segregada naturalmente por el cerebro, la dimetiltriptamina, inactiva si es ingerida por
vía oral porque es inhibida por una enzima del aparato digestivo, la Monoamino
oxidasa. Ahora bien la segunda planta contiene precisamente diversas sustancias
que protegen a la hormona contra los ataques de esta enzima. (Schultes, gran
estudioso de estas plantas, se preguntaba como pueblos llamados
primitivos, que no poseían ningún conocimiento en materia de química o de
fisiología, lograron activar un alcaloide inhibido por la Monoamino oxidasa).
Las otras plantas generalmente se agregan para ayudar al organismo a asimilar
la bebida y evitar o contrarrestar los efectos secundarios.
El cactus de San Pedro
(Trichocereus pachanoi) o Huachuma es un cardón difundido a lo largo de todos
los Andes y cordones secundarios de montaña, que fue utilizado con propósitos
similares a los anteriores; del cual se realiza un brebaje amargo en el que se
debe realizar un proceso purificador antes de beberlo, para pedirle a la planta
que nos ayude a cumplir o nos muestre lo que debemos conocer y también que nos
purifique.
El San Pedro o Huachuma, produce
efectos extraordinarios, casi mágicos en la persona que lo bebe como parte de
un camino de búsqueda, un proceso hacia su interior.
Las plantas sagradas abren las
puertas de la comunicación entre el espíritu y lo astral, una dimensión
paralela inherente al hombre y al cosmos. Cuando tomamos consciencia de la
realidad de nuestro universo interior, comprendemos que somos a la vez el
conjunto del universo y cada una de sus partes.
Es tan cierto y conmovedor el
efecto cuando su uso está orientado por un chaman y la persona realmente busca
su visión sagrada, que quizás lo que un adepto consiga tras tres o más horas de
meditación y profunda alienación; un simple vaso de Huachuma, lo consiga en
apenas minutos…
Todos los que conocemos el uso de
estas plantas, antes hemos debido transitar los llamados “caminos”, procesos de
purificación antes de la ceremonia del brebaje propiamente dicho; “el camino de
la aya huasca” “el camino del Huachuma” que si no se siguen realmente
preparando al interesado en despertar conciencia y trabajando un verdadero
proceso de preparación, se manifestarán a posterior fuertes efectos
secundarios a través de nauseas, vómitos, sentimientos negativos, momentos de
depresión o ansiedad intensa. La planta es tanto un purgante como un depurativo
que limpia para pasar a otro paso de experiencia. Además, el brebaje ajusta y
reorienta el sistema nervioso, los meridianos y las energías internas que
regulan las conexiones entre el cuerpo, la mente y el alma.
El camino del Huachuma,
experiencia sagrada.
La mejor manera de transitarlo es
con una antelación no menor a tres meses, empezar a preparar el espíritu para
el momento de la ceremonia inicial. Nada de carnes, rojas ni blancas, frituras,
salsas para que el organismo comience a acrecentar el nivel de energía. La
semana anterior, tampoco deberá el caminante, tener relaciones sexuales a fin
de no perder energía y abstraerse al menos una hora por día a una meditación o
introspección silenciosa.
Llegado el día del gran paso, el
interesado en adquirir la visión o el despertar de conciencia comienza
con otra nueva dieta exclusivamente de arroz integral hervido, sin nada de sal
ni azúcar.
El chaman guía y conduce este
proceso, que dura según lo que la persona, el caminante necesite para estar
dispuesto; solamente él decide cuándo es el momento. Entonces, la persona se
vuelve muy receptiva y sensible a cualquier tipo de energía debido a la
ausencia de sal y azúcar; por lo que es importante que no entre en contacto con
olores fuertes; perfumes o químicos. Así mismo, debe evitarse que personas del
sexo femenino que están menstruando o personas que hayan mantenido relaciones
sexuales recientemente y que no estén compartiendo el proceso de búsqueda en
ese momento se le acerquen.
Tampoco debe exponerse al sol, al
agua, al fuego y al humo, salvo los que el chamán utilice con él
específicamente; así las plantas irán trabajando la energía del caminante tanto
si su deseo es el de curación o aprendizaje. El espíritu de las plantas que el
chaman le va administrando se presentará durante sueños y es solamente aquí
donde le expondrá sus virtudes y le enseñara a curar a través de ella. También
es, durante sueños, que suele recibirse el elemental maestro de la
planta, el sanador, con el cual se invocará a su espíritu-energía cuando sea
necesario.
Normalmente el período mínimo de
duración de un sanador con Huachuma es de nueve días, pudiendo prolongarse
hasta 1 año, si el caminante se encamina a ser un sanador, un chamán.
No existe un camino que no sea
este para ser un verdadero sanador, diestro en el camino del Huachuma o San
Pedro; muy diferente es participar en una simple ceremonia de Huachuma, donde
se bebe por motivos de sanación o búsqueda de un aspecto espiritual en
particular; dicha ceremonia acontece en un día, a lo sumo dos, donde el chamán
prepara a los buscadores espiritualmente para la ingesta, inclusive el propio
chamán ingiere la bebida con los buscadores.
El camino de la Aya huasca,
experiencia sagrada.
En la aya huasca, se lleva a cabo
una ceremonia de Aya huasca antes de comenzar el período de ayuno y preparación
y otra al acabarla.
La primera ceremonia de Aya huasca
es la que abre la preparación; limpiando mente y cuerpo para que la planta
maestra elegida por el chamán trabaje en nuestro interior durante el resto de
días que durará la preparación. Durante horas, antes e incluso días, el
buscador debe haber comido la menor cantidad de alimentos posible antes de
tomar el aya-huasca. Mejor aún si ha guardado ayuno.
La segunda ceremonia de Aya huasca
es la que cierra la preparación; durante ésta el chamán sahuma al aprendiz o
paciente con el humo del tabaco negro (mapacho) cerrando la energía y
permitiendo que la limpieza corporal y el conocimiento adquirido se fijen en
nuestro ser.
Al regresar a la ciudad o pueblo
donde resida, el buscador deberá continuar guardando ciertas restricciones en
su alimentación, relacionadas con la planta que ha consumido, durante un periodo
que oscilará entre dos o cuatro semanas.
Si desea conseguir un efecto más
duradero y elevar sus energías para una sanación que involucre muchas energías,
el buscador deberá de abstenerse de comer alimentos que contengan azúcar
durante dos semanas o más después de concluida su etapa de brebaje de la
aya-huasca. Tampoco deberá comer carne, beber alcohol y se abstendrá de mantener
relaciones sexuales. Intentará evitar el contacto con personas que hayan
mantenido recientemente relaciones sexuales y con mujeres que estén
menstruando.
Mientras más tiempo se lleven a
cabo las restricciones anteriormente descritas, la planta consumida seguirá
trabajando con mucha fuerza en nosotros, tanto a nivel físico como onírico y
podremos seguir fortaleciéndonos mientras nos enriquecemos de sus enseñanzas.
En las plantas sagradas hay tres
franjas o sectores bien marcados o diferenciados y es la sabiduría del chamán
la que las puede establecer sin que la vida del buscador, del caminante entre
en riesgo; un error, un experimento en esta artes, es indefectiblemente
sinónimo de muerte.
La primera franja es donde la
dosis es muy baja o menor a la que el buscador necesita y en ese caso, la
bebida no hace el efecto esperado en cuanto a alterar planos de conciencia;
sólo se sienten los efectos secundarios –mareos, náuseas, vómitos, inclusive
nada-
La segunda franja es donde la
dosis genera la visión sagrada, donde el caminante puede pasar al plano astral
y dialogar con los espíritus, los guardianes y sus ancestros.
La tercera franja es la letal, la
de la muerte; donde la dosis necesaria es superada e indefectiblemente
sobreviene la intoxicación y el elemental guardián de la planta, produce la
muerte.
Estas tres franjas la determina
la sabiduría del chamán donde sólo su experiencia y las consultas a sus
guías y espíritus le permiten saber “la dosis” justa para cada buscador. En
ello influye la edad, la contextura física, las experiencias de vida, su estado
espiritual y su campo áurico.
No todas las plantas sagradas tienen
las mismas franjas, por lo que algunas son más “manejables que otras” Por
ejemplo el peyote tiene la segunda franja muy amplia y por lo tanto una vez
alcanzada la dosis de efectos buscados, puede ser superada, inclusive
duplicada, hasta triplicada sin que se alcance la franja tercera. Las daturas,
por lo contrario, son de una franja segunda muy estrecha, por lo tanto sólo
usadas por chamanes muy experimentados y especializados en ellas. La franja del
“nada” de efecto está casi seguida por la franja de la muerte.
Todas las plantas sagradas
producen efectos secundarios y no generan acostumbramiento; unas son menos
“violentas” que otras o sus efectos permanecen en la persona menos tiempo que
otras; así un peyote al cabo de unas horas abandona el cuerpo de quien lo bebió
y no le quedan siquiera dolores de cabeza, mientras con un floripondio han
pasado setenta y dos horas de su ingesta y la persona sigue recibiendo
alucinaciones, cólicos estomacales, diarrea y vómitos.
Por eso y a modo de conclusión
sólo el chamán conoce el “arte” de las plantas sagradas y solamente él sabe
cómo y por cuánto tiempo preparar a un buscador para que esté preparado para
dar su paso hacia la visión buscada; además conoce como disminuir los efectos
secundarios de la bebida o las hierbas que a posterior recomendará o preparará
para inclusive no sentirlos.
Si experimentas, experimentas tú
y además con tu vida…
Abrazo de viento al Dios que
habita en tu corazón.
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