El ego no es otra cosa que
una opinión sobre ti. Una sensación física asociada a ciertas actitudes
mentales.
Un conjunto de ideas de otros sobre ti que tampoco saben quiénes son.
El ego es una forma de funcionamiento mental, una frecuencia específica, y por
esa razón, es importante identificar ese movimiento que ocurre en la mente.
El ego es aquello que
aparece en la pantalla de tu mente cuando piensas “¿quién soy?”. Y esa imagen
provoca una emoción, una sensación física, generalmente desagradable, que a
continuación se convierte en imágenes y recuerdos a los que les das realidad
como identidad, siempre asociada a un cuerpo y a recuerdos del pasado.
El ego es la única idea con
la que por el momento te sientes seguro para caminar por este mundo, ya que sin
esa idea, el cuerpo no tendría sentido para ti. Es, por lo tanto, una idea que
utilizas como nexo de unión entre lo que Eres y tu experiencia en este mundo.
Pero a lo que es sólo un medio le has dado el poder de decirte quién eres, y lo
has creído, aunque no puede saberlo, y de tomar decisiones por ti, si bien no
puede ver nada con claridad.
Para mantener esta idea como
algo consistente en tu mente, te ves obligado a reforzarla permanentemente, ya
que de otra forma se desvanecería, lo cual no sería un problema de por sí,
excepto porque has aprendido a ver el mundo a través de sus ojos invidentes. Te
has acostumbrado hasta tal punto a seguir sus dictados que sientes ahora que es
tu identidad, y que sin el ego simplemente dejarías de ser, y esto te produce
terror.
Esta falsa identidad se
refuerza constantemente a través de los juicios. Cuando tu mente juzga está
viendo las cosas de manera limitada, lo cual refuerza la idea limitada que
tienes de ti. Y por esa razón, cuando te planteas dejar de juzgar crees que
estás haciendo algún tipo de sacrificio. Y así parecerá, ya que esa falsa idea
sobre quién eres comienza a desaparecer, y en la medida en que te hayas
identificado con ella, creerás morir.
Dejar de juzgar no es
difícil cuando se comprende qué es lo que está ocurriendo en realidad en tu
mente, y qué supone para ti. Si no comprendes cuál es la repercusión que tienen
sobre ti los juicios creerás simplemente que se te está pidiendo hacer una
renuncia de lo que deseas conservar, ya que crees también que los juicios y el
ataque te dan seguridad. Lo único que hacen es reforzar en tu mente la idea de
que eres alguna otra cosa, excepto lo que Eres. Y esa creencia te mantiene
atado a todo aquello que está asociado con el cuerpo.
El ego es la idea sobre ti
que aparece en tu mente cuando juzgas. No importa hacia dónde se dirija el
ataque, sino el hecho mismo de atacar mediante los juicios. Es importante que
observes con claridad cómo desaparece la paz cuando juzgas, y que no confundas
la proyección con la liberación de la culpa, sino con el reforzamiento de
aquello que te mantiene atado a este mundo y te impide ser libre.
Tampoco importa la
intensidad del juicio, ya que cualquier ataque te priva de la paz por igual.
La consecuencia de los
juicios es siempre la tristeza, la depresión, la ira, la preocupación y
cualquier emoción que no sea de perfecta paz.
Ante esta situación, existe
la tentación de tratar de resolver el problema por tu cuenta, olvidando que ese
“tú” que trata de resolverlo es parte del problema.
Cuando se deja de juzgar o
cuando se ha perdido la fe en los juicios, el Espíritu acude como respuesta a
una petición de ayuda, ya que dejar los juicios de lado es haber reconocido que
no se sabe cuál es el significado de la situación, y por lo tanto se está
pidiendo una respuesta diferente. De hecho, no hay una respuesta diferente.
Hay una única Respuesta,
pero mientras se tenga fe en la existencia de una voluntad ajena a la Voluntad
de Dios, se creerá que se tiene la posibilidad de elegir.
La respuesta del Espíritu
Santo muestra sistemáticamente que no hay ninguna otra respuesta, puesto que no
hay ninguna otra voluntad aparte de la de Dios y Su Hijo.
Aceptar sistemáticamente la
respuesta del Espíritu Santo hace que el sistema de pensamiento del ego
comience a desvanecerse y finalmente desaparezca, al no habérsele dado ninguna
importancia y haber quedado de esa manera perdonado completamente.
Dejar de juzgar significa
únicamente que ya no estás dispuesto a sufrir. Que no quieres anteponer tu
pequeña voluntad a la Voluntad de lo que Eres y de Quien te creó.
Significa que el mundo ha
dejado de tener el significado que le habías dado, que comprendiste que esa
falta de significado te hacía daño y no estás dispuesto a seguir haciéndotelo.
Significa que confías en que tu verdadera voluntad te será mostrada y te
indicará invariablemente el camino. Y comprobarás que esa confianza estaba
plenamente justificada a través de los resultados de los que serás consciente
en tu vida y en la vida de quienes te rodean.
Dejar de juzgar es dar un
salto en tu percepción, con la plena confianza de que Dios está esperándote al
otro lado. Dejar de juzgar te lleva a la comprensión de que no había otro lado.
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