lunes, 15 de octubre de 2012

El ego, las preferencias y los juicios




El ego no es otra cosa que una opinión sobre ti. Una sensación física asociada a ciertas actitudes mentales.

 Un conjunto de ideas de otros sobre ti que tampoco saben quiénes son. El ego es una forma de funcionamiento mental, una frecuencia específica, y por esa razón, es importante identificar ese movimiento que ocurre en la mente.

El ego es aquello que aparece en la pantalla de tu mente cuando piensas “¿quién soy?”. Y esa imagen provoca una emoción, una sensación física, generalmente desagradable, que a continuación se convierte en imágenes y recuerdos a los que les das realidad como identidad, siempre asociada a un cuerpo y a recuerdos del pasado.

El ego es la única idea con la que por el momento te sientes seguro para caminar por este mundo, ya que sin esa idea, el cuerpo no tendría sentido para ti. Es, por lo tanto, una idea que utilizas como nexo de unión entre lo que Eres y tu experiencia en este mundo. Pero a lo que es sólo un medio le has dado el poder de decirte quién eres, y lo has creído, aunque no puede saberlo, y de tomar decisiones por ti, si bien no puede ver nada con claridad.

Para mantener esta idea como algo consistente en tu mente, te ves obligado a reforzarla permanentemente, ya que de otra forma se desvanecería, lo cual no sería un problema de por sí, excepto porque has aprendido a ver el mundo a través de sus ojos invidentes. Te has acostumbrado hasta tal punto a seguir sus dictados que sientes ahora que es tu identidad, y que sin el ego simplemente dejarías de ser, y esto te produce terror.

Esta falsa identidad se refuerza constantemente a través de los juicios. Cuando tu mente juzga está viendo las cosas de manera limitada, lo cual refuerza la idea limitada que tienes de ti. Y por esa razón, cuando te planteas dejar de juzgar crees que estás haciendo algún tipo de sacrificio. Y así parecerá, ya que esa falsa idea sobre quién eres comienza a desaparecer, y en la medida en que te hayas identificado con ella, creerás morir.

Dejar de juzgar no es difícil cuando se comprende qué es lo que está ocurriendo en realidad en tu mente, y qué supone para ti. Si no comprendes cuál es la repercusión que tienen sobre ti los juicios creerás simplemente que se te está pidiendo hacer una renuncia de lo que deseas conservar, ya que crees también que los juicios y el ataque te dan seguridad. Lo único que hacen es reforzar en tu mente la idea de que eres alguna otra cosa, excepto lo que Eres. Y esa creencia te mantiene atado a todo aquello que está asociado con el cuerpo.

El ego es la idea sobre ti que aparece en tu mente cuando juzgas. No importa hacia dónde se dirija el ataque, sino el hecho mismo de atacar mediante los juicios. Es importante que observes con claridad cómo desaparece la paz cuando juzgas, y que no confundas la proyección con la liberación de la culpa, sino con el reforzamiento de aquello que te mantiene atado a este mundo y te impide ser libre.

Tampoco importa la intensidad del juicio, ya que cualquier ataque te priva de la paz por igual.

La consecuencia de los juicios es siempre la tristeza, la depresión, la ira, la preocupación y cualquier emoción que no sea de perfecta paz.

Ante esta situación, existe la tentación de tratar de resolver el problema por tu cuenta, olvidando que ese “tú” que trata de resolverlo es parte del problema. 

Cuando se deja de juzgar o cuando se ha perdido la fe en los juicios, el Espíritu acude como respuesta a una petición de ayuda, ya que dejar los juicios de lado es haber reconocido que no se sabe cuál es el significado de la situación, y por lo tanto se está pidiendo una respuesta diferente. De hecho, no hay una respuesta diferente. 

Hay una única Respuesta, pero mientras se tenga fe en la existencia de una voluntad ajena a la Voluntad de Dios, se creerá que se tiene la posibilidad de elegir. 

La respuesta del Espíritu Santo muestra sistemáticamente que no hay ninguna otra respuesta, puesto que no hay ninguna otra voluntad aparte de la de Dios y Su Hijo. 

Aceptar sistemáticamente la respuesta del Espíritu Santo hace que el sistema de pensamiento del ego comience a desvanecerse y finalmente desaparezca, al no habérsele dado ninguna importancia y haber quedado de esa manera perdonado completamente.

Dejar de juzgar significa únicamente que ya no estás dispuesto a sufrir. Que no quieres anteponer tu pequeña voluntad a la Voluntad de lo que Eres y de Quien te creó. 

Significa que el mundo ha dejado de tener el significado que le habías dado, que comprendiste que esa falta de significado te hacía daño y no estás dispuesto a seguir haciéndotelo. Significa que confías en que tu verdadera voluntad te será mostrada y te indicará invariablemente el camino. Y comprobarás que esa confianza estaba plenamente justificada a través de los resultados de los que serás consciente en tu vida y en la vida de quienes te rodean.

Dejar de juzgar es dar un salto en tu percepción, con la plena confianza de que Dios está esperándote al otro lado. Dejar de juzgar te lleva a la comprensión de que no había otro lado.

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